Komo debe su nombre a su padre, que falleció cuando ella ni siquiera sabía hablar aún. Komorebi, una palabra japonesa sin traducción cuyo significado es «Los rayos de sol que se filtran a través de las hojas de los árboles».
Y así es Komo. Una luz capaz de filtrarse a través de todas las dificultades que le pone la vida, que son muchas más de aquellas a las que debería enfrentarse una chica de poco menos de quince años.
Porque Komo padece de narcolepsia.
Puede quedarse dormida en cualquier momento, en cualquier lugar. De cien a cero en unas décimas de segundo. Sin previo aviso.
Joshua, su mejor amigo, se encarga de protegerla cada minuto del día. Él, más que ningún otro, sabe lo traicionera y peligrosa que puede ser su
enfermedad. Lo que Joshua no sabe es que, cuando Komo duerme, en realidad pasa a otro lado.
A Somnios.
El lugar en el que habita la sombra que la persigue en sus pesadillas desde que era una niña, desde que tiene uso de razón. Una sombra que la odia porque sabe que ella es la única que podría interferir en sus planes para aniquilar la realidad...