Por el momento hay robots, como los que transitan por “No soy un robot”, que hacen mejor el trabajo que los humanos. Pero, ¿y si no se cumplen las leyes de Isaac Asimov y las máquinas hacen daño a un ser humano?, o ¿y si nos rebelamos contra nuestras propias creaciones?, o ¿y si los humanos tergiversamos el objetivo para el que los robots fueron creados? También los humanos podemos sucumbir a las nuevas tecnologías y acabar viviendo en un mundo paralelo, el que nos ofrece la realidad virtual, como escapatoria de la soledad.
Mónica Uriel ha explorado algunos conflictos y consecuencias de la IA en estos relatos, cada uno de ellos dedicado a una nueva tecnología. Por ellos pasan robots que son muñecas, abogados, cuidadores de ancianos, políticos, carros de la compra, sacerdotes, trabajadores de matadero, prostitutas, coches autónomos, y también tecnologías aplicadas a la búsqueda de pareja o al descubrimiento de la infidelidad, así como impresoras 3D utilizadas con fines perversos y hologramas que cubren el hueco de los ausentes.