¿Y si las historias que contamos siempre tuvieran su doble, su espejo más profundo? ¿Y si se reprodujeran como un virus y nos ofrecieran variaciones de sí mismas?
Dos hermanos recorren un barco a escondidas para atrapar a un hombre y ofrecérselo de regalo a su abuela. Hay en estas páginas una mujer que no quiere a su hijo pequeño y hay otra, de rasgos casi idénticos, que lo quiere a su imagen y semejanza; que desea, incluso hasta la desfiguración, que jamás quiera a otras. En una cárcel con las paredes pintadas de amarillo, un verdugo encuentra algo extraño pegado al cráneo de una mujer; y en otra, ese recluso, aún con la sangre de su amante en las manos, recorre el pasillo que describió hace muchos años en su novela. Su carcelero está impaciente.