Relatos que sobrevienen al lector como sucede la lluvia sobre las cosas, ajena y palpitante, y como suceden también en nuestra vida los sucesos más terribles: sin nosotros, o pesar de nosotros mismos. «El paisaje es elemental: el paisaje es la tormenta. Se trata de una cornisa de tierra en cuya punta ha crecido un astillero. El mar oprime la fotografía, su marea nocturna embiste los muelles y agita los barcos que, de no ser por las anclas, se emanciparían. Hay un límite en la humedad de las cosas, un punto a partir del cual la tierra ya no puede tragar más.» Como la estrella que cae del cielo venida de fuera del mundo, así el lenguaje incendia en estos relatos la naturaleza aleatoria e incomprensible de los fenómenos cotidianos. Antonio Rómar despliega una colección de vidas tan esenciales como anónimas, con palabras que se disuelven tras la cortina de lluvia que barre muchas de estas historias. Tras el fresco naturalista de una tarde de verano, el trasiego de la sombra del dibujante abandonado, el vecindario donde llueven pájaros o la nostalgia que asoma al borde de una ventana de nieve, se esconden los ecos de sus protagonistas, que habitan una soledad impostada, en la paradoja que es convivir con sus ausencias.