Cohen el Bárbaro ya era una leyenda en los buenos viejos tiempos, siempre más interesantes que los actuales. Ahora a veces se olvida de dónde ha dejado la dentadura postiza, pero sigue empuñando su antigua espada con la misma fuerza. Para huir de una vejez decrépita y ganarse una muerte gloriosa, ha decidido embarcarse con sus colegas de aventuras -tanto o más achacosos que él- en la que será su última gran gesta heroica, algo por lo que ser recordados (y, para asegurarse la jugada, raptan a un bardo para que les componga la saga): van a devolver a los dioses el fuego que les robó el primer héroe. Un fuego que ahora irá metido en un barril de pólvora que podría hacer saltar por los aires la residencia celestial. La noticia de la nueva empresa de Cohen y su Horda de héroes canosos llega hasta Ankh-Morpork, donde causa gran preocupación, porque pone en peligro no sólo el cielo sino toda la existencia en el Mundodisco. Lord Vetinari, el gobernante de la ciudad, hace trabajar al inventor Leonardo da Quirm en una máquina voladora que pueda llegar a la residencia de los dioses antes que la Horda. En El cometa, como la bautizan, únicamente podrán ir tres tripulantes: Leonardo da Quirm, el capitán Zanahoria de la Guardia de la Ciudad y Rincewind (muy a su pesar). Aunque un polizón se colará a última hora.