La palabra Areografía (del griego Άρης Ares, Marte, y γράφειν gráfein, describir) designa el estudio del terreno de Marte y su cartografía. Para Raúl Fernández Cobos, Marte no solo es una fuente inagotable de inspiración, sino el lugar al que viajar con la mente cuando uno necesita encontrarse a sí mismo. En palabras del autor:

«componer el poemario se asemeja en cierto sentido a observar el cielo. Entonces la vista se mantiene alerta, a la espera de un pulso probablemente breve y descocado, a veces impredecible; confidencias azarosas de lo material hacia un oyente solícito. [...] Al mismo tiempo, Marte atraviesa el poemario como una brisa. Acumula nostalgia, ofrece sus relieves de refugio, encarna a una madre, exalta sentidos y representa la posibilidad de empezar de nuevo.»

Marte es, pues, el eje principal de este poemario; se podría decir que es poesía marciana, aunque sea a la inversa, pues aquí está presente la mirada humana en el planeta rojo. Además, el autor ha creado toda una mitología marciana partiendo de las Crónicas Marcianas de Ray Bradbury, la cual aparece más extensamente al final del poemario en forma de unas notas referentes a algunos de los poemas.

«La negligencia de Marte nos somete. Un ramillete de órbitas agoniza en su pozo de nostalgia. Los ojos que danzan en silencio se deleitan sobre los lugares donde descansan restos de sondas: son reminiscencias de antiguos fracasos; y los éxitos, ya cadáveres, abandonados en un mundo seco y frío. De vez en cuando, una tormenta remueve alguna de las tumbas y los fantasmas se arrojan nuevamente al canal. No es posible que el centinela parpadee, tampoco consigue oírlo, pero lo que arrebuja las carcasas deformadas es, en realidad, el murmullo de remotos pobladores.»

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colección poieo - 3


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