Todos ocultamos algún secreto. Errores, ofensas, pecados. Graves o no, con o sin consecuencias, deseos perversos e íntimas inclinaciones hacia lo prohibido, que nos hacen sentirnos despreciables. Y quien diga lo contrario, miente.
David viaja en coche con sus abuelos y sus tíos abuelos a través de una de las regiones más abandonadas y despobladas del país. Cuando el abuelo Martín siente la necesidad de orinar, se desvían por un camino que los lleva hasta una vieja y apartada venta. Allí los recibe Nicolás, el ventero, que los invita a visitar un laberinto vegetal oculto en su jardín. Los cinco entran sin saber que se internan en un lugar maldito, un lugar que revelará sus pecados más terribles.