Entre las cuatro paredes de una maloliente celda sumida en la oscuridad, Adrián recupera el conocimiento. No sabe qué está haciendo en ese lugar, no se explica cómo ha llegado allí, de hecho, no recuerda absolutamente nada. Sólo le consuela la presencia de una desconocida que comparte su cautiverio y, a partir de ese momento, toda una lucha por sobrevivir.
Tratados como animales y obligados a trabajar como esclavos, el tiempo pasa lentamente en ese infierno donde la esperanza de volver a ver el sol se difumina día a día. Apoyándose mutuamente, su único deseo es escapar, salir de ese agujero para enfrentarse a un mundo que ha cambiado por completo, donde reina el caos y una extraña enfermedad se ha adueñado de todo y de todos, convirtiendo a la muerte en una alternativa considerable. Un lugar inhóspito y arrasado en el que tendrán que luchar por cada suspiro, en el que tendrán que pelear por cada segundo de vida, y en el que descubrirán que nada de lo que está ocurriendo es fruto de la casualidad.