«Pronto será de noche, pero no habrá diferencia. El cielo seguirá teniendo ese color incómodo. El fuego que baila en las ventanas sacará a la ciudad de su ceguera. Será de noche, pero no estará oscuro. Caerán pájaros muertos del aire. Golpeando el suelo con un sonido de guantes empapados.»
Ése de ahí es Samuel. Es policía, o lo era. Ahora está atrapado en un atasco infinito. Como tú y como yo. Miles de coches en medio en una autovía que se dirige hacia el sur; aunque eso poco importa. Lo que importa es que huímos. Somos una multitud desesperada rumbo a ningún sitio mientras el mundo se derrumba a nuestro alrededor. La negrura se extiende detrás de nosotros, nos persigue. No nos queda más que avanzar. Los metros cuestan horas, el calor sofoca, el aire es de barro. Y justo cuando parece que nada puede empeorar, sucede: en medio de esta nada inmensa, un conductor ha aparecido muerto. Estrangulado.
Samuel necesita descubrir quién ha sido, y sobre todo por qué. Por qué aquí, por qué ahora. Mientras la oscuridad avanza y el tiempo se acaba, puede bastar un simple acto para darle sentido a todo.
Así que vamos, vuélvete a tu coche. Acurrúcate en el asiento. Cierra por dentro y, por favor, no te duermas. Por lo que más quieras, no te duermas. Porque cuando caiga la noche, tú podrías ser el siguiente.