Una noche del verano de 1965, Ray Pye decide matar a dos jóvenes, porque sí, porque puede y tiene ganas de ver qué se siente. Cuatro años después aún sigue libre.
En una noche del verano de 1965, Ray, Tim y Jennifer están pasando el rato, bebiendo cervezas en el lago Turner, cerca de la ciudad de Sparta. Es una noche más hasta que Ray decide que va a matar a dos amigas que han acampado en las cercanías del lago, porque sí, porque le da rabia que sean niñas pijas, que tengan dinero, que se estén consolando la una a la otra. Tim, su mejor amigo, y Jennifer, su novia, serán testigos, atónitos, del brutal asesinato. Ray sabe que a partir de ahora los tendrá a su merced.
Sparta, 1969. Estados Unidos está cambiando y esta pequeña ciudad a las orillas de un lago, no es ajena a esos cambios. Los crímenes de Lisa Steiner y Elise Hanlon aún siguen sin resolver, a pesar de todos los esfuerzos llevados a cabo por los policías Ed Anderson y Charles Schilling.
Ray, impune, no deja en presionar a sus amigos para conseguir lo que quiere en cada momento. Pero sus encantos no dan resultado con Sally y Kath, dos chicas jóvenes que aparecen en su vida y a las que desea. Tampoco Jennifer está dispuesta a seguir aguantando las continuas vejaciones a las que la somete Ray continuamente. Todo esto, sumado a la presión del teniente Schilling, llevará a Ray al límite.
Una espiral de violencia y abuso que nadie se vio venir.