Ni siquiera la guerra se atreve a entrar en Urrun, pues el pueblo está plagado de espíritus y cercado por un bosque imbuido de vida que pide sacrificios a cambio de favores. Los habitantes de Urrun viven con el dolor de los difuntos en los huesos y presos de una deuda eterna e ineludible con el inclemente bosque. Cuando su padre fallece, Lander Herrera regresa a Urrun haciendo de tripas corazón y con la idea de volver a las trincheras cuanto antes. La encantada casa de los Herrera, que late y respira al compás de sus pasos, acogerá a Lander, que pronto sospechará que lo que le ha traído de vuelta a su pueblo natal es en realidad una deuda familiar con el bosque. Una deuda que solo él puede saldar.
Ya en su niñez, Lander soñaba con dejar atrás Urrun y sus engaños. Pero ahora llama el pasado, testarudo en sus ecos.