La realidad está sobrevalorada. Eso le había dicho el tipo de la silla de ruedas mientras lo acompañaba fuera de la galería de arte, justo antes de despacharlo con un par de golpecitos condescendientes en la espalda. En una ciudad desierta, rodeada de oscuridad, de repente
han aparecido unas pocas personas. Se sienten extraños. Ya no necesitan respirar. Ni comer. Y no envejecen. Pero están solos. O no, porque alguien ha comenzado a cazarlos…