Los Críptidos 1 - En busca del Kraken
La verdad es que estas novelas juveniles me han defraudado. Tampoco es que esperase gran cosa de unos textos que para ser comerciales en estos tiempos que corren debían argumentar la existencia real de monstruos terribles (¡qué tiempor aquellos del primer Scooby Doo en que todo lo extraño tenía una explicación convencional!) pero, al ser la primera serie centrada en una temática tan fascinante como la Criptozoología (¿habrá que crear una nueva "etiqueta"?), esperaba un poco más de rigor y otro mensaje algo distinto. Me explicaré.
Admito que apelando al requisito literario de "suspensión de la incredulidad" se nos enfrente a supuestos monstruos sin molestarse en diseñar una (por otro lado imposible) biología o ecología capaz de sustentarlos y hacerlos mínimamente creíbles. Pero sí sería deseable un mayor cuidado en los detalles (los monstruos se desplazan por la geografía terrestre a una velocidad imposible) y en el grado de amenaza real. Resulta incoherente pretender que un simple (y único) bicho de apenas 50 metros sea capaz de provocar terremotos y cause el pánico entre pescadores y cargueros hasta el punto de paralizar la economía mundial. De hecho, al final tres helicópteros, dos fragatas y un caza bastan para aniquilarlo. ¡Ni siquiera hace falta una mísera bomba atómica como en las películas de los años 50!
Tampoco son admisibles, considerando el público al que van dirigidas, errores de bulto tan elementales como atribuir diez brazos a los pulpos y ocho a los calamares, cuando es al revés (aunque esto puede ser un fallo del traductor, me ha parecido detectar varios) o pretender que los detectores de ondas electromagnéticas permiten captar ondas sonoras.
Es un signo de los tiempos que, en vez de limitarse a una interesante novelas de aventuras, el autor apele a algún tipo de conspiración mundial para silenciar la existencia de estos monstruos. Con este truco argumental, nuestros protagonistas se encuentran siempre frustrados en su objetivo de obtener pruebas definitivas pero, sorprendentemente, el creciente reguero de cadávares nunca los incluye a ellos, ni de lejos, pese a que están perfectamente identificados y localizados.
Y va a peor...
09/10/2016