Érase una vez los niños más tiernos que puedas imaginar, pero tenían un gran problema: sus hogares no eran cómodos, ni para nada acogedores. Hacía frío, ¡y hasta había goteras en invierno! Y cada verano, un calor horrible que te derretía en sudores.
Sin embargo, un buen día, descubrieron un libro como este y lo abrieron. Pronto se hicieron amigos de un dragón que jugó con ellos a pillar. Caminando por las montañas, conocieron a un gigante que cantaba con la llegada del invierno y el grandullón, aunque al principio les metió el miedo en el cuerpo, de repente se puso a reír y los niños se unieron a su canción con alegría. Después llegaron a un bosque de golosinas, y los dulces que probaron les ayudaron a tener sus ojos bien abiertos para seguir leyendo estas aventuras de maravillas nunca oídas.
Cuando regresaron a su hogar volando en un zepelín, no salían de su asombro: la ilusión había vuelto con ellos desde el país de los cuentos.
Pero ¡chitón! No hagamos ni un ruido. Los niños duermen y sueñan con que cada día, cada año, podrán viajar cogidos de nuestras manos.