Dado el éxito de la serie en el yermo paisaje de la ciencia ficción televisiva española, algunos esperábamos con ansiedad poder leer las aventuras de Amelia, Alonso y Julián en papel, deseosos de poder llenar los innumerables e inevitables huecos de la ficción televisiva. Por desgracia, no ha sido ese el caso.
El libro se limita a recoger tres aventuras de nuestros héroes en distintas etapas de nuestra historia, pero apenas si profundiza en ese peculiar universo lleno de puertas temporales, pero sólo dentro de los confines de la península ibérica. Nadie se molesta en aportar una cierta lógica o “background” a esa idea inicial, lo que hubiera sido muy de agradecer. Por ejemplo, un simple cálculo (digamos una puerta semanal en dos mil años) apunta a unas 100.000 puertas que, a dos metros para cada una, requerirían 200 kilómetros de túneles. Un coche eléctrico no vendría nada mal para llegar a algunas de ellas.
En cambio, los autores prefieren olvidarse de los dilemas que plantean unos viajes temporales tan peculiares (como sí hicieron en la segunda temporada, sobre todo con la magnífica propuesta sobre un Felipe II intemporal) y centrarse en la simple aventura. O mejor dicho, tres.
La primera, “El conde del Tiempo” fue descartada por TVE porque su protagonista no era un personaje conocido en la historia, aunque algunos elementos de la misma si pasaron a otros capítulos emitidos. Por ello, los seguidores de la serie no se verán sorprendidos por las peripecias de nuestros protagonistas en torno a la historia y leyenda de Bernardo del Carpio. Para mi gusto, la más lograda es la segunda, “Después del buen tiempo, la tempestad”, pese a algunas libertades de los autores, como poner puertas en los territorios de ultramar. La intriga de un robo a bordo de uno de los galeones de la flota de las Indias está bien resuelta, y su protagonista histórico una sorpresa. El tercero, “Un largo viaje”, es una casi típica historia de espías durante la Segunda Guerra Mundial, y las peripecias de nuestros héroes en la Francia de Vichy no están demasiado bien logradas. Además, la resolución propuesta para el problema planteado es ilógica y nunca habría funcionado en la realidad, aunque resulta efectista. Se notan demasiado las influencias perniciosas de la mala ficción televisiva con su desesperación por atrapar al televidente con la emoción y la tensión dramática en detrimento de la lógica.
23/10/2016