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El perro espectral. Investigadores de lo oculto

El perro espectral. Investigadores de lo oculto
VV. AA. La Biblioteca del Laberinto 2016
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En ocasiones llamados «detectives psíquicos» o incluso «cazadores de fantasmas», los investigadores de lo oculto son tipos de sabiduría especializada, en ocasiones arcana, que tratan de dar respuesta a fenómenos extraños; no necesariamente psíquicos en sí mismos, aunque algunos tienen una amplia variedad de talentos. Habitualmente son investigadores psíquicos, aunque la aventura en que se ven inmersos los transforma en detectives en busca de aventuras y «tensión». No es coincidencia que el ascenso de la popularidad de los investigadores de lo oculto corra paralelo al de los relatos de detectives privados desde la aparición de Sherlock Holmes (aunque Doyle tuvo un gran interés por el ocultismo, Holmes nunca investigó casos de contenido sobrenatural; pero ya tendremos ocasión de hablar de Sherlock Holmes dentro de muy poquito). Este tipo de relatos alcanzó la popularidad durante la época victoriana debido al incremento del interés social por lo Oculto. El incremento de la espiritualidad en Estados Unidos unido al interés por el caso de las hermanas Fox (1848) —las primeras médiums—, las demostraciones sensacionalistas de Daniel Dunglas Home (1833-1886), la creación de la Sociedad Teosófica en 1875 y de la Orden del Amanecer Dorado en el Mas Allá (la famosa Golden Dawn in the Outer) en 1888, fueron el fértil terreno sobre el que se asentó el creciente interés en los relatos de investigadores de lo oculto. Aquí presentamos una antología histórica donde creemos que hemos recogido a los más importantes de los investigadores psíquicos, con las excepciones de los relatos que ya estaban publicados en castellano y que no harían sino ser meras repeticiones. Lamentándolo, todo esto es inédito.

CONTENIDO:

  • El perro espectral, por Samuel Warren, 1830.
  • El horror de Studley Grange, por L. T. Meade y Clifford Halifax, 1894.
  • El guardián de la puerta, por L. T. Meade y Robert Eustace, 1897.
  • El caso de Sevens Hall, por E. y H. Heron, 1899.
  • La casa encantada de la calle del Infierno, por G. Lenotre, 1899.
  • La ceguera volante, por Harold Begbie, 1904.
  • Fátima, por Jean Joseph-Renaud, 1907.
  • La vampira, por Jean Bouvier, 1910.
  • El caso de la hija del carcelero, por H. M. Egbert (Victor Rousseau), 1910.
  • Cautiva de un lejano pasado, por Max Rittenberg, 1911.
  • El fuego inextinguible, por Alice Askew y Claude Askew, 1914.
  • El colmillo roto, por Uel Key, 1917.
  • El terror invisible, por Francis Stevens, 1919.
  • El hombre lobo de Rannoch, por Ella Scrymsour, 1920.
  • Sed de sangre, por Dion Fortune, 1922.
  • Pánico en Wild Harbor, por Gordon Malherbe Hillman, 1929.
  • Los hijos de Ubasti, por Seabury Quinn, 1929.
  • El thug, por L. Adams Beck, 1930.
  • La casa de las pesadillas, por Sax Rohmer, 1932.
  • El extraño enemigo, por Jean Ray, 1937.



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