Verónica Guerra ya no es detective paranormal. Ya no es a quien recurres cuando unos zombies hacen botellón en tu jardín. Ya no es a quien llamas cuando crees que los reptilianos han sustituido a tus suegros. Ya no. Ahora es camarera y apenas se mete en líos. O eso se dice ella.
Pero, incluso en su retiro, los problemas no dejan de seguirla: Una oleada de robos pasa por el bar en el que trabaja y Verónica tendrá que ayudar en la investigación a un detective novato si quiere evitar que despierten a un dragón, o alguna movida así. Tampoco se ha mirado mucho los detalles.
Porque está cansada de jugarse la vida y salvar el mundo. Porque prefiere su vida tranquila. Porque ya no es detective.