1967. El pop art arrasa como manifestación artística en Occidente. Frederyck Strasse, un galerista argentino de origen alemán, nota cómo su galería ha quedado obsoleta de un día para el otro. A fin de aggiornarse, decide buscar ese arte en Haití, con el único antecedente de Wilfredo Lam y André Breton. Llegado a tierra haitiana, descubre que nada es como lo había pensado, y aunque finalmente ve coronado con éxito el objetivo primigenio que lo llevara hasta allí, las dificultades a las que se debe enfrentar escalan a dimensiones tales, que deben intervenir a su favor las fuerzas de “la mano izquierda” de una sacerdotisa de Vudú que lo toma bajo su protección, más la producción de informaciones falsas en el periodismo local y en las usinas de chismorreo de alto vuelo de las embajadas y los hoteles internacionales, con el fin de esquivar la férrea opción que le impone el dictador Francois Duvalier para dejarlo seguir con vida: comprarle carne argentina y pagarla con embarques de zombis haitianos.
En Uruguay ha quedado su mujer, o ex mujer, que mediante una sensibilidad fuera de lo común, percibe los fulgores de la guerra que distintas deidades haitianas han entablado en torno a su ex pareja, sucediénose entonces una concanetación de hechos en lo que las coordenadas espacio – tiempo no funcionan tal como las sabemos.