Tarantia, capital de Aquilonia, se viste de gala para celebrar la toga viril del joven príncipe Alisdar, primogénito de los reyes Conan y Zenobia.
A lo largo de esa semana, diversas personas procendentes del variopinto y a menudo sangriento pasado del rey se reúnen con los monarcas en la taberna La Tigresa y rememoran el momento en que conocieron a Conan, al tiempo que otros vigilan en la ciudad que nada perturbe al rey o a sus amigos.
Néstor de Gunderia recuerda el momento en que un jovencísimo cimerio estuvo a punto de abrirle la cabeza de un tajo; Diana de Nemedia no olvidará nunca cuando fue esclava en Shumballa; Amalric de Aquilonia rememora su pasado como mercenario al lado de Conan en la ciudad de Tombalku; Gault, de la Marca Occidental, vuelve a su accidentado pasado durante las guerras con los pictos que coincidieron con la revuelta que pondría a Conan en el trono; la condotiera Aiala revive con nostalgia la época en la que el cimerio fue su mentor y maestro, cuando no era más que una niña; hasta la reina Zenobia repasa el complicado mes previo a su boda con el rey bárbaro.