Cansado de serle fiel a su mujer durante milenios, el inquieto Cupido renuncia a sus poderes divinos escapándose del Olimpo y bajándose a la Tierra, para perderse en el lugar más marchoso del mundo en busca de placer y diversión: España.
Su mujer Psique, rabiosa por tamaña afrenta, exige a sus suegros Marte, dios de la guerra, y Venus, diosa de la belleza, su cabeza. Ambos dioses, temerosos de que el escándalo se propague por el Olimpo y llegue a oídos del omnipotente y cornudo Vulcano —dejando en evidencia el romance que todavía viven su mujer y el dios de la guerra—, mandan a una ninfa para cumplir con dicha misión.
Y no se trata de una cualquiera: envían nada menos que a Ninfea, a la que milenios antes Cupido flechó por error cuando pretendía darle a Diana, diosa de la caza, y a la que ignoró por completo. Como consecuencia de aquello, Ninfea se suicidó ahogándose en un lago. Diana la convirtió en Nenúfar, y así, con la forma de una planta acuática —y más aburrida que una ostra— vivió flotando sobre un lago por los siglos de los siglos.
O al menos hasta que Marte y Venus requieren sus servicios para buscar y eliminar a Cupido en la Tierra bajo la más absoluta discreción a cambio de otorgarle su antigua forma corporal.
Ninfea podrá cumplir el deseo que estuvo incubando por toda la eternidad y no duda en aceptar la oferta... aunque lo que ocurrirá en España distará mucho de lo que es la discreción.
Esta es la historia de una venganza a niveles apocalípticos como nunca antes se ha visto. Una vendetta que arrasará con todos a su paso traspasando las fronteras de la mitología y la realidad. Porque no hay nada peor que la ira desatada tras el despecho milenario producto del desengaño por el falso amor de un hombre.