El inicio de una de las mejores sagas de fantasía épica de la historia
Tras interminables guerras, amargas luchas internas y sangrientas confrontaciones, incluso las tropas imperiales necesitan un descanso. Pero la obsesión expansionista de la emperatriz Lassen no tiene límites, y cuenta con el apoyo de sus sanguinarios agentes de la Garra.
Tras el último asedio, el sargento Whiskeyjack y su pelotón de Arrasapuentes necesitan tiempo para descansar y enterrar a sus muertos, pero Darujhistan, la última de las Ciudades Libres de Genabackis, les espera. Es el objetivo último de la insaciable emperatriz.
... Y parece que el Imperio no es el único que codicia esa plaza: fuerzas siniestras conspiran dentro y fuera de las sendas mágicas, y todo indica que los propios dioses se preparan para la batalla...
Los jardines de la Luna El propio autor lo comenta en la introducción, pero aunque no fuera así basta unas cuantas páginas para darse cuenta: la historia huele a módulo de juego de rol por los cuatro costados. Esto no es una crítica, como antiguo jugador habitual ha sido una gozada seguir la historia y encontrarme con todos los tics y clichés del "género" en forma novelada. Y además muy entretenida.
Y es que, independientemente cuál haya sido su génesis, es una novela que se lee bastante bien (descontando un cierto bajón en el segundo libro). Contiene todo lo que podíamos esperar del género: un gran y ambicioso imperio gobernado por una temible déspota, campañas militares que se extienden por todo un continente, razas no humanas, gremios de asesinos, curtidos soldados de corazón noble, saber antiguo a punto de ser redescubierto... y, sobre todo, magia. Magia por todos lados.
Los magos (y dioses) son los auténticos protagonistas en una partida en la que el resto (por mucho que se empeñen) no son sino secundarios que se mueven al compás que marcan aquellos. Es otra de las pistas que delatan su origen "rolero", en especial esos primeros Dungeons and Dragons donde un mago de cierto nivel podía acabar eclipsando al resto de participantes.
Pero precisamente este predominio de la magia acaba convirtiéndose en su principal defecto. Y es que la magia, por definición, no se ajusta a normas. Un hechizo puede ser infalible hasta que al autor le apetezca, momento en el que aparecerá alguien que conozca el contrahechizo adecuado, que a su vez funcionará sólo mientras venga bien a la historia. Es llamativo encontrar personajes superpoderosos de repente están indefensos o viceversa, todo sea por llegar a un final adecuado. ¿Por qué? Pues porque la magia es así y no necesita más explicaciones.
La última parte del libro se convierte así en una sucesión de Deux ex machina y de soluciones poco justificadas que echan algo por tierra todo el trabajo de presentación previo. Pero, ¿no habíamos dicho que esto se trataba sólo de entretenimiento?
18/08/2014