En una Tierra del futuro cercano la humanidad ha descubierto el suero de la Inmortalidad, pero solo aquellos con suficiente dinero tienen derecho a usarlo, el resto son "esquivadores", proscritos penados con la muerte. Para los que no pueden pagar el impuesto de Matusalén, el Nuevo Vaticano ofrece una inmortalidad digital tras la muerte. En este mundo agotado, contaminado y oscuro, Germán Guerreiro, un asesino de inmortales, busca el sentido de su vida; Abraham Carras, un sacerdote rebelde y revolucionario, lucha por su propia fe y Lorelei Weng, la hedonista y mimada hija de un magnate se enfrenta a la dura realidad de un mundo cruel. Por sus ojos conoceremos la siniestra realidad del mundo de Hijos Bastardos de Matusalén.
Esta novela nos plantea una situación interesante: un mundo dividido en tres zonas, las torres donde viven los auténticamente ricos que viven maravillosamente, los suburbios que viven los trabajadores de las torres, una zona más peligrosa que la anterior, pero todavía hay algo de ley en ella, una ley privada y finalmente los arrabales, donde no hay ninguna ley. La zona más peligrosa para vivir. Además hace algunos cientos de años se inventó el Ponce, el suero de la eterna juventud, que solo pueden tomar los que pagan una licencia especial, bastante cara, es decir oficialmente solo los habitantes de las torres pueden tomarlo. Los demás solo tienen dos opciones, o plegarse a la voluntad de la iglesia, que ha conseguido una inmortalidad informática, con un cielo y un infierno informático y esperar que a su muerte tengan suficientes puntos como para ganar ese beneficio o conseguir Ponce ilegal, que supone una pena de muerte automática que aplicarán las parkas, asesinos que buscan a los que toman el suero sin licencia a cambio de poder tomar ellos dicho suero. Un planteamiento bastante interesante. La novela nos contará la historia de varios personajes independientes que al final se unirán. Por un lado tenemos a Germán Guerreiro, parka que lleva vivo desde hace más de 100 años, paranoico y peligroso. Abraham Carras, sacerdote que ha inventado su propia versión de la religión y pretende provocar una revolución contra la iglesia y Lorelei Weng, hija del saliente ministro de longevidad que quiere empezar a tomar Ponce pero la situación de su padre le hace imposible pagarle la licencia además de obligarle a cortarle el grifo y la chica no tiene más remedio de ponerse a trabajar e inventar nuevos métodos para ganar dinero y conseguir el suero de forma ilegal.
La verdad es que el libro me ha parecido muy adictivo, te engancha enseguida y no lo puedes dejar. Las historias están intercaladas, empezando con un personaje parando en un momento insospechado y continuando con el siguiente personaje. Lo cual te hace querer saber más y más.
El escenario está muy bien creado, mostrando los tres lugares donde se desarrolla la acción estupendamente.
Pero… lo siento hay un pero, bueno varios peros, el primero es varios errores de maquetación, por ejemplo los guiones que marcan los diálogos son casi invisibles haciendo que sea muy difícil seguir estos diálogos. Luego hay varios errores en la redacción, palabras que faltan, creo que eso solo ocurre un par de veces pero te saca de la novela. Y el fallo más grave para mí, pero es una opinión muy personal, hay algunos personajes que al final parecen volverse locos y no actúan como llevan haciéndolo en toda la novela.
Aún así valoro la novela 4/5 sin estos fallos sería 5/5, la novela está muy bien, engancha y está muy bien escrita. Me ha gustado y me ha gustado mucho.
07/01/2015