Durango mudó la piel bajo las bombas, y del magma de la sangre y del fuego nacieron monstruos. Uno de esos monstruos deshilachó de un plumazo las seguridades adquiridas durante los años que pasaron desde la Guerra hasta los convulsos inicios de los años 90. Lo hizo con un hacha, sembrando de carne dispersa la Casa Velasco y fulminando para siempre la escala de perversión y atrocidad que las gentes de España serían capaces de tragar a partir de entonces. Como siempre, a la patética versión oficial de los hechos le pegaron un centenar de vuelcos, todos bañados en salsa rosa, que no hicieron sino deslegitimar la posibilidad de que nada de eso fuera verdad. Se escribieron muchos libros sobre mentiras con patas, pero España tragaba, siempre lo hizo y siempre lo haría. Ahora, Ezequiel, un escritor de novela barata a quien nadie habría de escuchar, tiene la oportunidad de demostrar que aquello fue una falacia. Que los asesinatos del Monstruo de Durango son un árbol con mil ramas de las que muchas fueron mutiladas, y de las que algunas siguen arañando la oscuridad. Para ello, cuenta con algo con lo que nadie había contado hasta entonces. Sin embargo, el precio de la verdad es demasiado alto como para luchar por ella. Cuando uno se atreve a sumergir la cabeza hasta las profundidades abisales del alma humana, la cuenta se suele pagar con miedo. Y con mucha más sangre.