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El noventa por ciento de todo es basura…

Kerr Anderson, Gretchen

“El noventa por ciento de la Ciencia Ficción es basura, pero también el noventa por ciento de todo es basura.”

(Adagio conocido como Revelación de Sturgeon, derivado de una cita del escritor estadounidense de ciencia ficción, Theodore Sturgeon.)

 

El noventa por ciento de todo es basura, óyelo bien. Como esos hidrogeles psicotrópicos que expenden en tecno-bares y ciber-cantinas de quinta categoría, hoy en boya en casi todas las colonias de la Comunidad Galáctica, y que tanto agradan a los jóvenes, sobretodo si además de querer darse ínfulas de osados y rebeldes, pertenecen a alguna de esas estrafalarias tribus urbanas de moda, fácilmente reconocibles por sus extravagantes pelados, lentes cromáticos de percepción visual envolvente   y su neuro-música de locos. 

Déjame decirte que en mi época llevar alguna parte del cuerpo cibernada era tabú, e incluso si te pillaban escuchando la música de algún planeta extrasolar en pugna con la Confederación Humana, eras procesado por desviación ideológica y subversión y te podrías tras las rejas.

Qué tiempos aquellos: ahora ya nada es como antes…perdón, nada excepto el maldito hidrogel. Si uno se pone a analizar con detenimiento, solo el 10 % de esa mezcla gelatinosa con aspecto de moco de gorila marciano, puede ser el tan cacareado neuroestimulante psycho, al que atribuyen los más exagerados efectos alucinógenos.

¿Te has puesto a pensar, joven, que esa bazofia que ahora te metes buche adentro tan animadamente podría ser una mezcla de baba de sulk,   orina licuada de trentaht y vómito de lombriz joviana, con solo un dudoso 10% del psycho   que dice tener?

No abras los ojos como las lunas de Neptuno, y tampoco escupas asqueado el resto del contenido de tu pichel sobre la barra que me ha costado sudor y empeño dejar más reluciente que la cabeza de un calvo. Podrá ser muy escatológico lo que  he dicho, pero no hay remedio, ya lo tienes del gaznate para adentro, así que: a lo hecho, pecho…o en este caso, estómago, y espero que las paredes del tuyo estén revestidas de fibra de kevlar, por si acaso.

¿Qué quién soy? En nombre de la gran Energía, ¡y eso a quién le importa! Confórmate con saber que, pese a la mala propaganda que ofrezco sobre los productos ofertados, soy la barman de este infame establecimiento, el tecno-bar Hydra de Lerna. Y no me preguntes qué es una hidra y mucho menos dónde queda Lerna. Si quieres léete Los doce trabajos de Heracles, e investiga acerca de mitología griega terrícola, porque lo que es yo, no estoy para conferencias ahora.  Bastante tengo con trabajar en un sitio de nombre tan horrible y, que además, paga tan poco por tantas horas de labor, incluyendo nocturnidad… ¡y encima de pie!

¿Androides? No me hagas reír. Eso solo forma parte de la ciencia ficción, niño: robots obreros por todas partes; en el trabajo, en la casa, en las calles, haciendo como buenos sirvientes todo aquello que los seres humanos detestamos. ¿Has visto tú acaso, una sola máquina ejerciendo algún trabajo ajeno al área industrial, fuera de fábricas o factorías? Yo misma te responderé: por supuesto que no, y es que ellas, por muy sofisticadas e inteligentes que sean, no son seres sociales, además de que resultarían incapaces de reaccionar de manera adecuada ante una situación sui géneris, no programada en sus circuitos, que demande picaresca e inventiva humana para su resolución.

Por ejemplo: imagina que el barman ahora mismo en lugar de mí sea un androide, y que estalla una de las siempre esperadas grescas de borrachos en un bar. ¿Qué crees que haría? ¿Mmmm…?

Recuerda las leyes de la robótica y piensa junto conmigo: si interviene en la rencilla, con los ánimos caldeados como de seguro estarán, tendría por fuerza que usar la violencia para separar a los contendientes, pues en este punto un ebrio es básicamente un idiota que no entiende de razonamientos ni de lógica. Pero si así obrase, estaría transgrediendo la primera ley de la robótica: Un robot no hará daño a un ser humano. Si decidiese no intervenir y en su defecto llamar a la policía, en lo que los agentes acudieran al local ya la sangre habría bañado las paredes y corrido calle abajo…con lo que estaría violando la segunda parte de ese mismo primer principio: ni permitirá con su inacción que un humano sufra daño. Un círculo vicioso sin escapatoria posible.

Al final el pobre ente caería en la hamartia, (ya sabes, el error fatal en que incurre quien intenta “hacer lo correcto” en una situación en la que lo correcto simplemente no puede hacerse) sus circuitos se sobrecalentarían al máximo y entraría en un estado de desorden de datos, lo que en el equivalente humano vendría a significar “volverse loco”. Cuando al final, la solución más rápida y fiable en estos casos es propinar una buena pateadura de culo al infractor –o los infractores– puerta afuera, desinfectarse las manos y ya está: de vuelta a la barra a servir más tragos. Te lo digo por experiencia propia. No sabes a los métodos de coacción que he tenido que recurrir más de una vez para preservar el orden en este establecimiento. ¿Ves esta enorme cicatriz cerca de mi ojo derecho?: no me la hice precisamente jugando a los mosqueteros. Pero como ya te expliqué, todo el mundo se cansa de lidiar siempre con los mismos escollos a diario.

¿Que renuncie, dices? Para ti es muy fácil hablar cuando no eres madre soltera de tres hijos y tienes que cargar el peso de un módulo habitacional clase II sobre los hombros tú sola. ¿El padre de las criaturas? Pues ni me lo menciones, debe de estar por ahí en cualquier sistema estelar, dándoselas de don Juan con cuanta humana, humanoide…e incluso féminas de otras razas (que moralista ni xenófobo nunca ha sido) que se cruce en su camino. Lo único que le deseo a ese hijo de la gran perra cósmica es que le estalle una supernova en la cara, y que después el agujero negro resultante se trague sus restos. Aunque eso sería demasiado pedir incluso para un agujero negro. El pobre cuerpo oscuro acabaría vomitándolo producto de una terrible indigestión. El 90% de todo es basura, y eso aplica para los hombres…o mejor dicho:  especialmente para ellos.

Y antes de que lo preguntes, no; no soy ninguna feminazi moderna ni una misándrica resentida con todos los hombres de la galaxia. No voy a entrar en detalles sobre mi identidad sexual, pero de hecho me considero queer. Nada desentonado es estos tiempos de very open mind (demasiado abierta, diría yo) aunque en mi época más de uno se hubiera escandalizado ante una declaración como esta. Pero bueno, bueno, eso no viene al caso: apuesto mis implantes neuronales a que quieres saber quién es el padre de mis criaturas y qué razón puede haber para que haya terminado gruñendo contra mi voluntad tras la barra de un bar.

¿Acerté? Pues punto a mi favor: barman-1, cliente-0. Pero antes de empezar a contar paga la bebida que consumiste, previendo que te comience a hacer efecto el brebaje y la droga y quieras marcharte sin desembolsar, que en esta vida nada es gratis y todo lo que falte en esta caja registradora se resta a mi ya de por sí flaco salario. No importa lo que yo haya dicho sobre el hidrogel: son diez binarios, y de antemano te advierto que no aceptamos transferencias monetarias vía chip subcutáneo, solo dinero en efectivo; ni te imaginas los malos ratos que hemos pasado por el asunto del hackeo, las falsificaciones de moneda virtual, virus inteligentes y todo eso. ¡Ah, cliente generoso!, gracias por la propina.

Ejém, ejém… ¿por dónde empiezo? Dije que no revelaría mi nombre, y la verdad sea dicha tampoco importa demasiado aquí, pero para hacer la historia un poco menos impersonal, llamémosme en lo adelante Andrómeda... Sí, así mismo, como la galaxia espiral gigante también denominada M31, Messier 31 o NGC 224, que se acerca a la nuestra con ganas de querer colisionarla...algún día, muy muy lejano. Dos galaxias fusionándose y absorbiéndose entre ellas;   si no tuviera una clara visión astrofísica del hecho diría que hasta suena terriblemente erótico. Pero bueno, a lo que íbamos.

 Pues resulta que yo (por si a alguien le interesa saber…y si no da igual porque también lo digo) nací el 15 de Idus de 2098 en un mundo colonial perteneciente a la Confederación Humana, nombrado Korasán: segundo planeta en órbita a la estrella enana roja Próxima Centauri del sistema estelar Rigel Kentaurus (o Alfa Centauri, como otros prefieren llamarlo).

Según la escala de Kardashov, (el método para medir el grado de evolución tecnológica de una civilización, propuesto en el lejano 1964 por el astrofísico ruso Nikolái Kardashov) Korazán era un mundo civilizado de Tipo II, o sea, que según la escala basada en la cantidad de energía que una civilización es capaz de utilizar de su entorno, habíamos rebasado el tipo I: dominio de los recursos del planeta, y ya cosechábamos a plena potencia los recursos de nuestro rico sistema planetario. El Tipo III (que ninguna civilización conocida hasta ahora ha logrado alcanzar, aclaro) sería la disponibilidad de los recursos energéticos de la galaxia completa, pero eso ya es demasiado, incluso para los ultradesarrollados peerk’ha en su distante sistema solar Hirón, casi en los límites de la Vía Láctea.

Y tú te preguntarás ahora qué interés aporta a la historia saber el tipo de civilización al que pertenece el mundo donde nací…y yo te respondo: ninguno. Como no sea lucir mis conocimientos de cultura general integral, ahhh, y explicártelo de paso por si no lo sabías. No me mires con esa cara de búfalo de Centauri degollado, y tampoco te enojes, que uno no se puede acalorar por todo en esta vida…y los implantes de reemplazo cardíaco están caros, ya sabes, la inflación galáctica de precios y todo eso.

Prosigo mi historia. Nacida en una familia de sesudos, donde mi padre era astrofísico y mi madre, ingeniera genética, no podía hacer menos que aspirar a graduarme en una reputada casa de altos estudios para continuar con la tradición familiar, y de paso no decepcionar a mis padres, quienes habían invertido años de su vida y dinero preciosos en pos de mi correcta educación. Pero sucede que en una Confederación Humana donde para el homo sapiens no quedaba apenas rincón del cosmos conocido por explorar ni misterio científico que descubrir, me las vi moradas a la hora de escoger la profesión a la que dedicaría toda mi vida. Al final, tras mucho pensar, me decidí por la ciencia que estudia el origen, evolución y distribución de la vida a todo lo largo y ancho del cosmos.

 Tras graduarme a los 25 años como Licenciada en Astrobiología, pensé viajar de un lado a otro de la Vía Láctea investigando y taxonomizando especies animales aún no descubiertas, pues como debes saber, la vida no es una ciencia exacta. Mientras que en el mundo de las matemáticas, por ejemplo, 2+2 siempre va a ser igual cuatro…en el campo de la biología, no. La vida evoluciona, se transforma, converge hacia nuevas formas. Lo que hoy era una cosa con el decursar de los años puede ascender en la escala evolutiva o por el contrario degenerar en otra totalmente opuesta a su origen. Sin embargo y pese a toda esta hermosa e inspirante palabrería pre-profesional debo decir que mis expectativas laborales pronto quedaron reducidas a nada cuando solo logré conseguir empleo como veterinaria, atendiendo bestias en el mini-zoológico de un parque infantil de atracciones en la capital de Korazán…de donde me echaron 6 meses después al no poder controlar efectivamente una epidemia local, causada por un retrovirus endógeno que diezmó casi el 60% de los bichitos del zoo.

Vaya, que como dice el refrán, me quedé con un palmo de narices…y de qué manera. Que no tengo la culpa de que a todas las dichosas criaturas se les haya ocurrido enfermarse al mismo tiempo, y que hubiese sido yo sola, sin asistentes ni apenas equipamiento, y que los dueños del lugar solo tuvieran a disposición un laboratorio de poca monta que parecía más bien la cueva de un ascético para llevar a cabo las investigaciones microscópicas de rigor. Pero como bien se sabe, la culpa nunca queda huérfana…y a mí me tocó ser su madre adoptiva.

Con una clasificación de no idónea para el puesto en mi expediente laboral fui expulsada de allí como se arroja un calcetín viejo a la basura y pronto me vi desempleada y sin un binario ni para comprar una sopa instantánea en la tienducha de la esquina… y suerte que no me hicieron pagar el monto total por todos aquellos animalejos muertos, precedentes de al menos una decena de planetas, de lo contrario sospecho que aún hoy estuviera endeudada hasta el cuello… si no es que me encarcelaban antes y me hacían pagar tras las rejas.

¿De nuevo interrumpiendo? ¿Qué tiene que ver mi vida académica, mis chascos laborales y problemas económicos con el padre de mis hijos, preguntas? Calma: apenas estoy introduciendo la historia; preparando el terreno, como dirían los terraformadores expertos. Ya llegará el momento en que él y yo nos encontremos. Por ahora, estoy en Korazán, con 3 meses de renta atrasadas del alquiler de mi módulo habitacional clase III y pasando más penurias que un ftiráptero en un cerillero. Pero bien, todo el mundo sabe que Dios aprieta…y a veces se le va la mano al condenado, (alma de sádico la que tiene, diría yo) pero no asfixia.

Una mañana como otra cualquiera, después de haber recibido al menos media docena de portazos en la cara por parte de igual número de agencias empleadoras, me senté en el banco de un pequeño bioparque de la capital y me dispuse a leer sin mucho ánimo la holoprensa, sólo para despejar un poco la mente. Entonces un anuncio llamó mi atención: la compañía interplanetaria Neos, especializada en minería espacial, solicita personal de trabajo, y ofrece plaza de minero clase C con un salario mínimo de 8000 binarios más plus de 2000 binarios por riesgos laborales, para un monto total de 10 000 binarios. Edad mínima requerida 17 años, buen estado físico, no importa graduación académica. Interesados enviar solicitud a…

E inmediatamente a continuación se ofrecía el código de neuroenlace de Neos  para ser escaneado. Para serte sincera me alegré bastante de que aquel anuncio hubiera caído en mis manos, tanto que casi me saltan lágrimas a los ojos de pura dicha y mi cara se iluminó con una sonrisa tan radiante que hubiese opacado el brillo de cualquier estrella de tipo 0: aquella era la oportunidad perfecta para salir del bache económico y existencial en el que me encontraba. Si en otro momento el empleo de minero clase C me hubiera parecido demasiado indigno para alguien de mi graduación intelectual, ahora lo veía como un chance que no podía dejar escapar. Solo era colocarse un trajecito presurizado más o menos incómodo, descender a la superficie de algún planeta o asteroide rico en vetas e incrustaciones de minerales, y con un taladrador ultrasónico desprender las menas y colocarlas en los vagones del ascensor orbital que van desfilando por delante de ti. Sencillo. Si ahorraba lo suficiente, además de pagar mis deudas podría incluso comprar una pequeña nave de hiper-impulsores Dirac y revivir mi frustrado sueño de viajar por la Vía Láctea descubriendo espécimenes.

Mi mente volaba a mil gigapársecs por segundo, y ya me veía en mi pequeña astronave (a la que pensaba denominar Magallanes) siendo reconocida por la Liga de Exploradores de la Vía Láctea y hasta recibiendo un honoris causa de la Casa de Altos Estudios de J’rurasik por mis aportes en el campo de la exobiología. ¿Pago por peligrosidad? ¡Si aquello era un juego de niños! Ciertamente mucho menos arriesgado que empleos que comprenden manipular un colector espacial en el proceso Penrose (también llamado mecanismo de Penrose) para extraer energía de la ergosfera de un agujero negro en rotación, o maniobrar los controles de un trillador sideral para atrapar en sus redes de fibra de carbono la antimateria generada en los Cinturones de Van Allen terrestres y los anillos de hielo de Saturno, por ejemplo.

Ya sabes, los accidentes en estos casos suelen ser esas minucias como que el agujero negro decida que ya lo han molestado demasiado drenando su energía y se lo trague a uno, así  sin más, o que en plena labor de recolección de antipartículas un vientecillo solar -sobretodo en la fase de actividad solar máxima-mande a uno a freír espárragos a otro sistema estelar...o peor, a la Otra Vida. Valhala, como decían los antiguos vikingos.

No hagas preguntas, no estoy para clases de Historia Antigua Terrícola, si te surgió alguna duda cuando salgas de aquí vete al banco de datos más cercano y pon en el buscador: saga antigua de San Olaf, Escandinavia, Odín, pueblos nórdicos…  Por la gran Energía, ¿qué enseñan en las escuelas a estos jóvenes hoy en día?

Como te decía, y despertando por fin de mi fantasía onírica, sin perder un solo instante establecí neuroenlace con la sucursal de Neos en mi planeta. A través de la interfaz holográfica en 3D el sonriente y pixelado rostro de una cibersecretaria–que por cierto no era humana, sino vegalyrana–me recibió. Tras hacerme algunas preguntas de rigor, me indicó cómo rellenar con mis datos unas cuantas planillas virtuales e hizo una copia de mis biometrías actuales; después se despidió amablemente diciendo que mi solicitud sería procesada y en unos días obtendría respuesta por parte de la compañía.

Y sí, como sospecho debes estar imaginando, y gracias a la Energía Cósmica, fui aceptada para el empleo. Aunque los cuatro días de espera se me antojaron eones. ¿Sorprendido por el poco tiempo transcurrido entre mi solicitud y la respuesta? Yo también lo estaba: todo parecía indicar que Neos estaba tan urgida de trabajadores como yo de empleo.

Fui contactada vía neuroenlace por la misma cibersecretaria de la vez anterior, quien me ofreció las instrucciones pertinentes, y al quinto día de haber leído el anuncio en la holoprensa, con el escaso equipaje que se permitía portar, ya me aventuraba en una nave de la compañía, junto a una decena de futuros compañeros de labor, con destino al planeta Saturno. Las labores de minería, según fui informada, se estaban llevando a cabo en Titán, el mayor de sus satélites naturales.

El final del viaje fue Artsutánov, una colonia espacial autosostenible sobre la órbita del sexto planeta del sistema solar. Desde el punto de vista estructural era muy similar a un gigantesco aro levitando en el espacio, e incluso, con permiso de Larry Niven, me atrevería a compararlo con Mundo Anillo. La colonia conseguía su principal suministro de energías por medio de grandes paneles que asomaban en su esqueleto metálico, utilizados para concentrar la luz del sol y convertirla en energía fotovoltaica aprovechable. En sus entrañas, el aire respirable era reciclado en varias formas: mediante el uso de jardines fotosintéticos (pequeñas áreas boscosas cultivadas por hidroponía en una de las secciones de aseguramiento vital de Artsutánov), y también quemadores catalíticos, que eliminaban efectivamente la mayor parte de los contaminantes orgánicos producidos por los seres vivos en el interior de la colonia orbitalñ. Esta, como protección adicional, también estaba provista de un sistema de destilación criogénica que eliminaba gradualmente las impurezas tales como vapor de mercurio y gases nobles que no podían ser quemados catalíticamente.

Los contadores generales de gravedad artificial indicaban siempre 1G en Artsutánov, pero pronto descubrí que en mi pequeño módulo personal (porque a cada trabajador le fue asignado uno) y por medio de un curioso ingenio localizado en la pared, podía anular esta fuerza y generar a mi antojo un campo antigravitacional controlado.

Luego de habernos establecido, fuimos citados a una junta con los contratistas de Neos, que se llevó a cabo en un amplio hemiciclo ubicado en el ala este de la colonia. Una vez que todas y cada una de las gradas de la sala semicircular estuvieron ocupadas por una exuberante representación de cada una de las razas inteligentes conocidas de la Vía Láctea, una agradable voz femenina nos dio la bienvenida. ¿Y a que no adivinas a quién pertenecía?

Por tercera ocasión, la cibersecretaria con quien había hablado un par de veces a través del neuroenlace…aunque en esta oportunidad nada de interfaces holográficas, sino en vivo y directo. Con sus casi dos metros de estatura, y un timbre de voz que hubiera sido la envidia de cualquier soprano lírica humana, O'Neill (ese era su nombre) resultaba la visión más sorprendente de todos los allí reunidos. Bien podría haber representado un sex symbol de la belleza femenina galáctica, ante quien mujeres de la historia pasada de la Tierra consideradas sumamente hermosas, como Marilyn Monroe, Madonna o Scarlett Johansson podrían parecer simples caricaturas.

Hablaba a la perfección el galáctico, y según supe después catorce o quince dialectos planetarios más. Yo, que estaba sentada en una de las gradas delanteras, bastante cerca del escenario, quedé como hechizada…y a pesar de los cientos y cientos de miradas lascivas posadas sobre ella, durante cada una de sus breves intervenciones como moderadora del debate general con los contratistas, ella solo dirigía su atención, cada vez que hablaba al público, directamente hacia mí.

Qué decirte: nada de limerencia ni amores platónicos, fue atracción mutua, no a primera, sino a tercera vista. Durante todo el tiempo que duró la reunión con los directivos, no dejamos de lanzarnos inquisitivas miradas, y luego con la perfecta excusa de desconocer la ubicación del refectorio –una colonia orbital es enorme y uno puede perderse si no está familiarizado – entablamos una alegre conversación que concluyó, casi una hora después, con mi cuerpo desnudo resollando sobre el suyo entre la exuberante vegetación del jardín fotosintético de Artsutánov. Y no quieras saber por qué no nos dirigimos a uno de nuestros respectivos módulos habitacionales: simplemente fue el impulso del momento y punto. Además, con la cantidad de dióxido de carbono que liberamos en el entorno con nuestros jadeos, ayudamos a la postre a generar más oxígeno para todos. Te explico: las muxcipulias que nos rodeaban, por ejemplo, inundándonos con su delicioso aroma, eran una especie vegetal oriunda del sistema estelar doble Sirius. Se trata de una pequeña planta formada por una roseta basal (muy similar al tulipán terrestre), de 4 a 8 pétalos carnosos de color rojo, que cuando está cerrada adopta una forma de capullo acampanado. Su característica especial reside en que sus flores realizan un proceso de fotosíntesis oxigénica donde absorben el CO2 circundante, lo almacenan en sus bulbos (en condiciones normales ocultos bajo tierra) y luego lo convierten en oxígeno. Este pasa a las enormes bolsas que forman sus flores con los pétalos cerrados, y la flor se abre lo arroja a la atmósfera acompañado de una suave fragancia.

¿Lo ves? ¡hasta hicimos un bien colectivo! Pero aquí es donde entra la parte interesante: digamos que en una de estas citas pronto descubrí que la anatomía de los vagalyranos, aunque muy parecida, difiere un poco de la humana. Los habitantes de tercer planeta en órbita a la estrella Vega, en la constelación de Lyra, son…este…

Lo que te quiero explicar es que, pese a haberla reconocido inicialmente como ella por su constitución a todas luces femenina, O'Neill no era ni un él ni una ella…sino algo más complicado. Pero para no entrar en explicaciones genéticas complejas (que ni por asomo comprenderás), evitarnos descripciones subidas de tono, disfemismos y\o eufemismos innecesarios, dejémoslo simplemente en “ella”. Como ya adivinarás si eres un poco avezado, el padre (¿la madre?) de mis hijos: unos hermosos trillizos de casi cuatro años de edad. Y si te lo estás preguntando, sí, por esos azares del cosmos y de la convergencia evolutiva, ambas especies somos genéticamente compatibles en un 100%.

Ahh, ¿te sorprendes del hecho? Eso no es nada comparado con los relatos que oí de boca de otros mineros. Una de las historias más desquiciantes que escuché durante mi estancia en la colonia orbital, fue la de Petrik: un gliesiano que contaba cómo su madre lo abortó en cuanto supo que estaba embarazada, pero un ingeniero genético le salvó la vida poniendo su óvulo fecundado moribundo en un útero in vitro y adoptándolo al “nacer” (término más o menos inexacto). Cuando creció, el pobre se obsesionó en descubrir quién era su madre biológica, hasta que lo hizo y finalmente la mató.

 El caso, bastante sonado en Pólux, planeta en órbita a la estrella Gliese 10, fue llevado a los tribunales supremos…  pero como categóricamente ella lo había matado primero, el jurado lo declaró finalmente libre de todo cargo de asesinato y el caso no tuvo mayor trascendencia. Ahora debe de estar tranquilamente en algún planeta paradisíaco, disfrutando del dinero ganado con Neos y libre del peso de la ley ¿Lo ves? ¡todo es basura! Ni el caso de mi embarazo con la bella O'Neill es lo más extraño que escucharás; eres joven, aún te falta mucho por descubrir. Prosigo: en una de nuestras escapadas románticas al jardín fotosintético de muxcipulias, mientras acariciaba su sedoso cabello de color lila tras intensos minutos de intimidad, le comenté a O'Neill lo raro que me parecía la falta de mano de obra en una empresa de prestigio interplanetario como Neos, y que por lo demás ofrecía salarios bastante generosos a sus trabajadores.

Entonces ella me contó lo que inmediatamente catalogué de leyenda urbana. Sucede que se habían dado varios casos donde extraños seres energéticos de forma vagamente humanoide, habían atemorizado a los mineros y destruido algunas de las maquinarias de extracción de minerales para luego desaparecer sin dejar el menor rastro. La última vez los daños fueron tan severos que incluso el ascensor orbital se vio afectado, por lo que los obreros quedaron varados en la superficie de Titán con los extraños espectros crepitando y chisporroteando sobre sus cabezas. De más está decir que, luego de que se restableciera el tráfico y tras necesitar por lo menos una veintena de implantes de reemplazo cardíaco, Neos tuvo la mayor ola de renuncias de ese año.

Se ha intentado buscar una explicación coherente, por ejemplo, algunos paranoicos atribuyen el hecho a los miembros de una hipotética civilización tipo III que vivió hace eones, quienes al haber alcanzado el total desarrollo habían trascendido la materia (lo que los fanáticos religiosos llamarían liberación espiritual) y ahora poseían cuerpos incorpóreos, ligados a lo Inexplicado: la Energía Universal, que aquel lugar era un santuario para ellos y nosotros lo estábamos profanando con muestras labores de minería. Hecho que algunos crédulos descerebrados corroboraban a pies juntillas debido a la existencia de una antigua escuela budista ubicada en la cima de una de las heladas cordilleras de Titán, perteneciente a los monjes neo-tibetanos, quienes fueron los primeros en llegar en sus naves-templo y colonizar el satélite, para marcharse de forma inexplicable al año siguiente. Otros decían que aquellos eran los espectros de los miembros de una civilización desaparecida, que el satélite era en realidad un camposanto sideral y que los cristales de unobtanium que se estaban extrayendo tenían alguna especie de poder sagrado, por lo que los espíritus estaban enojados.

Sí, como no; y yo soy uno de esos robots asesinos de la holo-serie marciana Conquistadores de la Galaxia Primum y disparo rayo láser por los ojos. ¡Bah!, que muerda otro ese anzuelo, porque esa historia de fantasmas sí que no me la trago. O alguien estaba saboteando el trabajo de los mineros o, como me sospechaba, una especie alóctona desconocida había logrado colarse en las naves, colonizando poco a poco el satélite sin que nadie lo notara, y haciendo de las suyas. Para eso soy especialista en fauna extraterrestre, yo creo en hechos, evidencias…no en historias paranormales de espectros. Recuerda siempre lo que dice el principio de Hanlon: «Nunca atribuyas a la maldad lo que puede ser explicado por la estupidez».

A partir de entonces, y sin revelarlo a mi solícita amante ni a nadie más, me planteé a mí misma resolver el misterio en lo que apodé: Operación Poltergeist, en alusión a un término del antiguo idioma alemán terrícola, que se utilizaba coloquialmente para definir todos los acontecimientos violentos que sucedían en un lugar supuestamente encantado para los que no existía una causa aparente que pudiera describir la ciencia. Entre los fenómenos poltergeist, se incluyen, por  ejemplo, ruidos inexplicables, movimientos de objetos inanimados, desaparición de comestibles, olores extraños y ataques físicos. En fin: un nombre que ni pintado.

Bajamos a Titán por medio de un ascensor orbital que conectaba la superficie del satélite con la colonia, de la que partía un cable de nanotubos de carbono con forma de riel, de unos 35.786 km de largo y llegaba hasta el suelo. El terreno de Titán, abrupto en su totalidad, estaba compuesto principalmente de hielo y material rocoso, mientras que su atmósfera, considerablemente más densa que la de la Tierra, presentaba una capa nubosa opaca formada por aerosoles de hidrocarburos, además de una espesa niebla que afectaba a todo el satélite.

En el “cielo”, que no era azul sino anaranjado como un eterno crepúsculo, se agolpaban numerosas nubes de metano condensado en forma de cirros. Puesto que la atmósfera estaba compuesta en un 94 % de nitrógeno, y la gravedad era prácticamente inexistente, dependíamos casi por completo del aseguramiento vital de nuestros trajes espaciales, y de mochilas propulsadas para desplazarnos de forma independiente, aunque en diferentes bases ubicadas en el abrupto terreno había rovers a disposición de los mineros.

 En algunas partes del satélite, debido al tremebundo frío imperante, había lagos de metano licuado y criovolcanes, según nos dijeron inactivos desde hacía años,  pero nosotros nos concentramos al pie de una cordillera de altas montañas de hielo. En esta área comencé mis primeras excavaciones con el taladrador ultrasónico, pues en la falda de las elevaciones habían incrustaciones de los cristales conocidos como unobtanium que se estaban extrayendo y en los que estaba interesada la compañía. Mi primer día de trabajo estuve más o menos una hora entregada a esta monótona labor: taladrar-desprender cristal-colocar en ascensor orbital-volver a taladrar… cuando de pronto sobre nuestras cabezas, allá en la anaranjada bóveda celeste, comenzaron a agolparse furiosamente unas cuantas nubes.

Titán no tiene un campo magnético considerable y su órbita alcanza el exterior de la magnetósfera de Saturno exponiéndose directamente al viento solar, hecho que resulta en la ionización y elevación de algunas moléculas a la cima de la atmósfera, provocando lo que en aquel momento parecían el equivalente a los relámpagos de una tempestad terrestre.

Había escuchado sobre las fuertes tormentas de metano líquido en Titán, que descargaban precipitaciones importantes que llegan a la superficie, produciendo los lagos anteriormente mencionados, pero nunca imaginé algo como esto: en menos de una fracción de segundo estábamos intentando escapar de una lluvia torrencial de metano líquido, que se cernía sobre nosotros y que, como una cortina nebulosa, no permitía ver más allá de dos pasos de distancia.

Todos habían puesto en funcionamiento sus mochilas propulsadas, y buscaban llegar con rapidez al refugio de la base más cercana, pero quiso la suerte…o la mala fortuna, que mi jet pack no funcionase en ese momento, y me viese atrapada bajo aquella lluvia criogénica en un extraño fenómeno que ahora describiré con lujo de detalles.

Un vapor brumoso me envolvió por completo, nublando mi campo de visión tras el casco de la escafandra, como si de pronto las nubes hubiesen descendido del cielo para aglomerarse a mi alrededor; entonces, unas figuras humanoides que parecían hechas de energía pura aparecieron, danzando y levitando a mi alrededor, murmurándome palabras en un idioma desconocido y antiguo. Estos seres etéreos poseían una especie de flor de loto invertida coronando sus cabezas, y era tanta la iridiscencia que emanaba de ellos, que de pronto tuve la sensación de haber sido trasportada a otro plano, donde la tempestad, las montañas en cuya falda se extraía el unobtanium, los mineros enfundados en sus escafandras… todo eso desaparecía.

 Uno de ellos se separó del grupo y se acercó a mí. Yo quería huir, esfumarme de aquel sitio, pero era como si mi cuerpo ya no obedeciera órdenes: estaba rígida como una estatua, con el corazón latiéndome apresuradamente dentro del pecho. El ser extendió una mano y, atravesando de manera inexplicable la materia del casco de mi escafandra de protección, la puso justo en mi entrecejo, allí, justo donde decían los hinduistas se encontraba el sexto y penúltimo chakra, agña-akhia, que significa “conocer el entendimiento”. El toque era cálido y vivificante, y me hacia sentir eufórica y una extraña calma a la vez.

Nosotros somos los que somos, los que estábamos y estaremos, desde el principio de los tiempos hasta que la última estrella apague su fulgor en el firmamento, y todo el Universo vuelva a ser lo que era antes del Gran Inicio: energía.

Una serie de imágenes se sucedió con una velocidad pasmosa en mi mente: una enorme explosión de materia, cuyas ondas vibraban sin parar, expandiéndose por doquier y poblando la Nada con su Todo. Estrellas que nacían, mundos que se formaban: la vida que comenzaba a despertar en cada rincón del cosmos.

 El Alma Mundo de este satélite está confusa, porque los mineros han lastimado su superficie con sus aparatos, y llora en forma de lágrimas de cristal...eso que ustedes llaman "unobtanium". Nosotros hemos intentado hacerlos desistir, pero en su necedad, ellos han permanecido. Vuélvete al planeta donde naciste, no profanes el cuerpo del titán, si no quieres experimentar una muerte terrible…

Y ya sé lo que debes estar pensando: aquello fue una revelación de la gran Energía que cambió mi vida por completo, reforjó mi fe en lo Inexplicable, y de seguro te preguntas por qué, tras haber vivido una experiencia de esa índole, me encuentro aquí, tras la barra de un antro de perdición sirviendo buches amargos, y no como monja en uno de los templos orbitales de los jainistas, por ejemplo. La respuesta es sencilla: manipulación sensorial.

No me di cuenta enseguida, pero sí tenía mis sospechas: nunca he creído en espíritus ni apariciones, y no iba a ser precisamente en ese momento que reforjaría mi forma de pensar. Arriesgando la parte por el todo, de un furioso tirón me arranqué los implantes neurales…o al menos lo intenté. Para quitarlos por completo hubiera hecho falta una neurocirugía a cráneo abierto, pues era preciso retirar los electrodos "alfiler" inamovibles injertados en la corteza cerebral, y desconectarme del sistema Matriz (un proceso bastante engorroso) pero al menos conseguí averiar severamente los nodos metálicos de iridio que se adherían a mis sienes, que eran los que trasmitían los impulsos neuronales de alta frecuencia.

De inmediato todo aquel espejismo desapareció por completo. Al principio mi visión de nubló un poco, debido a la súbita variación energética: fue una acción arriesgada, pude haber acabado con el cerebro electrocutado, pero como vez aún no había llegado mi hora de morir y el universo conspiraba para que fuera yo quien descubriera lo que estaba sucediendo en ese maldito satélite.  Si mis sospechas eran ciertas, alguien había logrado hackear la interfaz holovirtual de Neos, de manera que todo aquel que hubiese utilizado neuroenlace con la compañía, estaba expuesto a sufrir estas “alucinaciones” inducidas con el objetivo de que se abandonasen las labores de minería allí. Lo que no sabía era quién y por qué lo hacía.

Una idea cruzó a toda velocidad por mi mente: el monasterio de los monjes neo-tibetanos, en la cima de la cordillera. Se decía que estaba desierto desde hacía años, pero tenía un extraño presentimiento con respecto a ese lugar. Comprobé mi jet pack y viendo que volvía a funcionar me dirijí hacia allá.

El templo era enorme y se encontraba en el interior de un biodôme en el que  se había intentado reproducir los bosques montanos, arbustos y prados alphinos de las regiones menos elevadas del Himalaya terrícola. Al entrar los aparatos de medición de mi traje espacial indicaron la presencia de oxígeno libre en el medio, gravedad y presión aceptables, así que me liberé de la molesta (y ahora pesada) escafandra quedando sólo con el overol naranja de grandes bolsillos con el logo de la empresa sobre el hombro derecho que llevaba por debajo y continué avanzando a través de un bosquecillo, pese a que en el interior del biodôme hacía un poco de frío. Lamenté en ese instante no llevar equipada ningún arma, pues si aquella imitación de paisaje bioclimático era fidedigna debían estar rondando por el área especies animales como tigres de bengala, leopardos de las nieves y otras fieras...clónicos lo más seguro. Seguí mi ruta por un extenso pasillo que asomaba entre la nieve y el tronco de los árboles hasta llegar finalmente tras unos minutos de caminata, a una pagoda de madera a la entrada del imponente templo, donde estaba plácidamente sentado un joven monje vestido con una gruesa toga gris y con una PC de interfaz holo-interactiva entre las piernas, conectado a ella por varios electrodos pegados a sus sienes.

Vaya que era un chico raro, con su cabezota calva surcada de extraños tatuajes sagrados y una palidez casi mortuoria. En cuanto me vio, se desconectó del equipo y se arrojó sobre mí haciendo gala de sus habilidades en la lucha cuerpo a cuerpo sin armas y técnicas de las artes marciales mixtas.

 Yo intenté parar los golpes como pude y contraatacar, y bueno, aquí va algo así como una pelea de artes marciales estilo The Matrix entre el monje y yo en la que no voy a hacer mucho hincapié, porque ya te debes estar haciendo ideas de la clásica imagen de un combate de esta índole; solo te diré que al final, pese a mis conocimientos de diferentes estilos de lucha oriental como el wushu, el kung-fu, el jiu-jitsu y otros trabalenguas por el estilo, terminé vencida. Sin embargo, en el momento en que creí que recibiría el golpe de gracia, mi adversario se detuvo. Tras un largo momento de silencio me reveló su nombre: Koryū, Kārye...o algo por el estilo, no recuerdo con precisión, de eso hace mucho tiempo ya. Tras ofrecerme una mano para ayudarme a incorporar (porque el monje me había propinado, luego de una combinación de golpes asestados a la velocidad de la luz, un soberano empujón que me hizo rodar por la nieve) el chico me dijo el por qué de su estancia en aquel sitio y me mostró algo que me dejó boquiabierta. (Claro que, si hubiera empezado desde el principio por ahí, me hubiese ahorrado unos cuantos dolores de huesos. ¿Por qué todos los religiosos tienen que ser tan raros?).

Se trataba de una nueva especie respiradora de metano, descubierta por los monjes neo-tibetanos y la razón por la que decidieron abandonar el satélite, para dejarlos desarrollarse en paz en su entorno. Eran una especie de vermis energéticas gigantescas, parientes lejanos de las anguilas eléctricas terrícolas, que migraban desplazándose en la ingravidez durante las tormentas de metano líquido de descargas inonizantes a esa parte de la cordillera para desovar. Los cristales de unobtanium que Neos extraía, eran en realidad los huevos de aquellas raras criaturas, que necesitaban temperaturas casi criogénicas para completar una eclosión que duraba 10 años por cada 12 de la vida un solo ejemplar, y este solitario monje-hacker había sido enviado con la misión de expulsar mediante el miedo supersticioso a la flagrante amenaza que éramos nosotros para la supervivencia de esta especie.

Yo era una exobióloga por encima de todo, y rápidamente tomé partido en la causa de defender a las verminia titanidae (nombre científico que les habían otorgado sus eclesiásticos descubridores) y en cuanto la Asociación Interestelar de Ecologistas lo supo, puso una denuncia contra la empresa. ¿Qué sucedió al final de la historia? Pues fácil: Neos quebró tras perder el litigio contra los ambientalistas y verse obligada a pagar una multa bimillonaria por cuestiones de "maltrato animal", los trabajos de minería en Titán fueron suspendidos y prohibidos y todo se fue a la mierda, junto con mis sueños de viajar por el cosmos. Intenté buscar consuelo en los brazos de mi amada O’Neill, pero descubrí que ella ya tenía a alguien más con quien “divertirse” y que entre nosotras las cosas no habían pasado de ser un idilio. Regresé a Korazán, sin bombos ni fanfarrias, y lo que es peor, sin un binario en los bolsillos, y al mes siguiente descubrí que estaba embarazada. Lo demás ya te lo debes de imaginar.

—Vaya historia con un final tan derrotista y mierdero.

Esta es la vida real, no una holonovela, ¿qué querías, príncipes azules y castillos encantados? Pero ya fue suficiente: se ha hecho tarde y es hora de mi cambio de turno. Tú ni siquiera te has dado cuenta, tan atento como estabas a la narración, de que tu bebida supuestamente neuroestimulante nunca hizo efecto. ¿Hidrogeles psicodélicos? Sí como no. Deja de ser tan ingenuo y no creas todo lo que ves en los comerciales. Ya lo dije: el 90% de todo es basura…