No funcionas como el resto. No eres como los demás. Tu cuerpo es alargado, abultado, extraño. Tu mente piensa hacia atrás, al revés, de dentro hacia afuera. Pero vives sin prisas. Amando. Hay una chica que te gusta en la universidad. Yolanda, se llama. Ella no se fija en ti, por supuesto, pero tú la amas a ella en soledad. Además, acaba de llegar a tu piso otra chica, Eva, una delicada florecilla a la que no miras demasiado, no vaya a ser que se rompa. Aunque siempre acabas mirando. Miras. Miras, porque no puedes evitarlo. Porque amas más de lo que ellas se merecen. Amas demasiado, a veces. Y luego está el vecino nuevo, ese tipo extraño, casi tanto como tú, que te hace sentir cosas. Porque una realidad es incontestable: sientes que algo está sucediendo en tu interior. En tu cuerpo, en tus tripas, quizás en tu alma. Un cambio. Una nueva carne. Un amor más grande y más intenso de lo que nunca antes habías podido experimentar. Y está creciendo en ti…