Un faro ilumina el manicomio en lo alto del acantilado. Allí un aquelarre de viejas perturbadas clava agujas a un muñeco de trapo. Rituales de santería, sacrificios humanos, extrañas parafilias, antropofagia. Colmillos ensangrentados desgarran pieles, depravados sexuales acechan en la noche. Suena la música, se alzan las copas, la ayahuasca está lista para esta ouija infernal. Teoría del Gran Infierno es una vuelta de tuerca a la vida. O a la muerte, que es lo mismo pero desde otro lugar. Un artefacto literario repleto de humor negro donde el microrrelato es parte esencial pero dibuja en su conjunto una obra macabra y alucinada.
«Iván Humanes es inaudito. Combina con excelencia la suavidad del círculo con la dureza del cuadrado. Domina un idioma infinito que nos enriquece: a partir de él, nunca volverá a decirse que el microrrelato es un género menor. El microrrelato existe y ahí está, divertido, maligno, compacto, siniestro y fantástico (el suyo, me refiero). En su mundo, los muertos viven y los fantasmas vagan. Manifiestan su presencia atravesando el pliegue entre dos burbujas o universos paralelos que no dejan de ser euclidianos. Bombones de licor y ostras con perla para paladares exigentes, y bellas mujeres cíborgs con prótesis adorables. Puede decirse que la matemática secreta que Iván emplea en cada partida de ajedrez tiene una base lógica; pero la intuición, el sentido de la posición, es su fuerte. Ahí reside en gran medida lo principal de su poderosa magia».
PILAR PEDRAZA