Bajo la atenta mirada de los buitres, y tal vez guiados por alguna clase de destino, los pasos de Jordán tropiezan con unos huesos de prodigiosa antigüedad en mitad de un páramo: un hallazgo de valor incalculable y quizá su última oportunidad de saldar la deuda que lo mantiene atado a un pasado criminal. Al otro extremo de la culpa lo espera Iñigo, quien se descubre a los cuarenta años perdido en una vida gris y simulada, y se debate entre lidiar con los fantasmas de su memoria o encarar el abismo todavía más temible del presente; el mismo presente vertiginoso que hace eternas las noches de Olalla en el hospital, mientras su hijo se revuelve en la cama, agitado por sueños en los que deambula por la orilla entre la vida y la muerte.