Marga es invisible. Su trabajo se desarrolla en el edificio Cónsul, donde los oficinistas vienen y van a su alrededor sin detenerse a mirarla. Como ella lo ve, eso tiene sus ventajas. Nadie puede dañar a una mujer invisible.
Sin embargo, su ordenado mundo está empezando a cambiar a peor. Su exmarido sigue racaneándole la pensión de sus hijos, su jefe sigue avasallándola y parece que hay una enfermedad, la micosis violenta, propagándose a sus anchas. Pero eso no puede pasar aquí, ¿verdad?, piensa Marga. Eso es algo que ocurre en las grandes capitales, en las películas. Eso es algo que no le ocurre a la gente invisible. ¿Verdad?