Cuando "los marcianos llegaron ya", resultó que no eran flores ambulantes, altas sombras azules, reptiles microscópicos, insectos gigantescos, bolas de fuego; ni siquiera los horrendos pulpos concebidos por H.G. Wells. En realidad, eran hombrecitos verdes. No eran malos, pero desde el primero al último eran abusivos, irritantes, molestos, rudos, brutales, parlanchines, discutidores, detestables, descorteses, execrables, malignos, frescos, odiosos, hostiles, de mal genio, insolentes, respondones, burlones, canallescos revientafiestas. Eran impúdicos, repugnantes, malevolentes, desagradables, mareadores, quisquillosos, perversos, peleones, faltones, sarcásticos, traidores, truculentos, inciviles, pesados, hirientes, charlatanes y celosos de mostrarse enojosos y causar dificultades a todos los que se ponian en su contacto. ¿Es de extrañar, pues, que la Humanidad, cansada, gritase al unísono: ¡MARCIANO, VETE A CASA!... hasta que los marcianos se fueron?
¡Marciano, vete a casa! se lee con una sonrisa, pero se olvida fácilmente. Una historia simpática donde los marcianos son una verdadera plaga que saca de quicio a los terrícolas.
07/01/2013
Marciano, vete a casa Por cierto, un gallifante para quien eligió el dibujo de la portada de esta edición. Absolutamente nada que ver con el contenido del libro. Ni de lejos.
08/01/2013