Yeya Sarmentero, la que fuera matriarca del mayor clan de la droga del sur de la península, agota sus últimos días malviviendo como adivina en una calleja de Cádiz.
Una tarde de lluvia recibe una visita imposible: un antiguo enemigo que por algún motivo misterioso no ha envejecido nada en las últimas décadas.
Trae consigo una propuesta atractiva y una historia del pasado, con guerras, sangres y tumbas, alicientes todos ellos que no tardan en despertar su espíritu de traficante.
Vieja, sí, pero gitana de marras, no dudará en aliarse con él, Carlos Reptil Santos, sin miedo a perder su alma o lo que poco que le quede de ella.
Contagiada por el magnetismo de ese hombre centenario, y dispuesta a todo con tal de dejar una última huella.
Una marca. Un vestigio. Un rastro de existencia como el verdor imborrable que suelen dejar las estatuas.