"La nieve estaba suave y blanda, diferente por completo de aquella neviza cristalina y dura, como el esmeril, del desierto polar. El verano antártico y la suave y alegre helada que ni las orejas pinchaba, creaban una ilusión de paseo turístico. En los lugares donde, en invierno, ni los esquíes de los aviones podían desprenderse de los frigidísimos cristales de la nieve, nuestro cruzanieves de 35 toneladas corría como un "Volga" por la autopista anular de Moscú."