Esta novela, ganadora del Nebula en 1976, es, a mi juicio, la mejor obra del maestro Pohl. Es, además, el único libro que he leído de un tirón, tal fue el interés que suscitó en mi. Cuando lo compré sabía que trataba sobre la conquista de Marte, pero no me imaginaba ni por asomo que me iba a encontrar con una obra tan rabiosamente original, y a la vez, inquietante. HOMOPLUS trata sobre un proyecto científico cuyo objetivo es modificar a los seres humanos a fin de que puedan desenvolverse libremente en el hostil entorno marciano. La modificación de marras consiste en implantarle a un hombre una serie de dispositivos e instrumentos biónicos que lo transformen en un híbrido de hombre y máquina, en un auténtico ciborg capaz de adaptarse a los más variados entornos y de sobrevivir en ellos. Una vez alcanzado este objetivo y comprobada su viabilidad, se crearía una legión de Homoplus, de ciborgs que serían enviados al planeta rojo para que iniciaran la colonización del mismo. Roger Torraway, nuestro héroe (o anti-héroe, según se mire) es uno de los candidatos a Homoplus. Llegado el momento, y a pesar de sus lógicos temores, se somete a las intervenciones necesarias para modificarle. Es un militar de carrera y además un científico. Ha visto morir al primer Homoplus, pero eso no le hace echarse atrás. Ni siquiera el hecho de estar casado con una hermosa mujer, a la que ama profundamente a pesar de ciertos problemas íntimos que tienen, le induce a cambiar de opinión. Es un patriota convencido de que lo mejor para la humanidad es que sea su país el que colonice Marte. Además, se le da a entender que si la cosa sale bien, se podrá invertir el proceso y devolverle la apariencia de un ser humano normal. Pero una vez alterado cibernéticamente, comenzará su calvario. Porque Homoplus, más que de la conquista de Marte, trata de los terribles conflictos psicológicos de un hombre que ha sido convertido en otra cosa, en algo que no es ni humano ni mecánico enteramente. La novela tiene pasajes verdaderamente aterradores, como por ejemplo el final del capítulo 8, titulado A través de unos ojos engañosos. O ese otro capítulo en el que Torraway, ya convertido en ciborg, escapa del laboratorio para ver a su esposa, a la que echa muchísimo de menos. Pero lo mejor, como es lógico, llega cuando concluimos la lectura. Suele decirse que un buen final, sorprendente, inesperado, puede convertir un relato mediocre en una obra maestra. El fascinante final de HOMOPLUS es, como poco, desasosegante, y eleva extraordinariamente, si ello es posible, la calidad del relato.