Corre el año 1981. El Conde Drácula murió definitivamente en 1959 y Geneviève, la más antigua de entre los vampiros con cerca de 500 años, es blanco de las iras de sus semejantes por su participación en el derrocamiento. La pequeña Geneviève –de sólo dieciséis años aparentes de edad- se asienta en las playas de Malibú buscando la ansiada paz interior, dejando atrás el recuerdo del cálido al que se mantuvo unida durante varias décadas y empleando el tiempo como detective privado en casos relacionados con vampiros.
Por su parte, un maduro Orson Welles, rodeado tan sólo por sus más incondicionales y agobiado por deudas, sueña con rodar la versión definitiva de Drácula, descontento con la versión de Coppola, con Marlon Brando y Martin Sheen. Tras recibir una generosa propuesta de parte de un misterioso productor independiente, llamado Alucard, Welles contrata los servicios de Geneviève, consciente de que rodar su película podría, de alguna manera, provocar el retorno de Drácula de entre los muertos.