Gilbert Gosseyn había abandonado aquella misma madrugada Cress Village, su pueblo natal, para acudir a la Ciudad de la Máquina, participar en los Juegos, e intentar conseguir así un confortable status en su sociedad e incluso, tal vez, obtener el derecho a ir a Venus, la meta máxima de todo ser humano. Pero, mientras descendía al vestíbulo del hotel para reunirse con sus compañeros de los Juegos, no sabía que abajo le aguardaba el inicio de la más terrible de las pesadillas. Y que aquel simple encuentro con un de sus vecinos de Cress Village haría desmoronarse todo su universo, enfrentándole con el hecho de que nunca había existido ningún Gilbert Gosseyn en su pueblo natal, y de que su esposa Patricia, muerta hacía un mes, no estaba en absoluto muerta, nunca había sido su esposa, ¡y era nada menos que la hija del propio presidente Hardie!