Imaginemos que una lanzadera espacial alienígena aterriza delante de un museo de la ciencia como muchos de los que existen hoy en día. De la lanzadera desciende un ser con forma de araña gigantesca que, ni corto ni perezoso, bajo la mirada sorprendida y tal vez atemorizada de una creciente multitud, se dirige al guarda y, en perfecto inglés, le pide: Quiero ver a un paleontólogo.
Así empieza una insólita investigación científica alienígena que pretende demostrar la existencia de Dios, pese a los recelos de Tom. D. Jericho, el paleontólogo terrestre que, como tantos científicos racionalistas, parece no necesitar en absoluto la hipótesis de la existencia de un Dios creador. Especulación y divulgación científica magistralmente unidas a los debates morales propios de una mente racional enfrentada no sólo a un dilema científico sino a su propia e irremediable finitud cuando acaba de serle diagnosticado un cáncer terminal.
Robert J. Sawyer es ya el mayor fenómeno de la ciencia ficción canadiense. Especialista en una ciencia ficción hard que plantea cuestiones morales, con El experimento terminal obtuvo los premios Nebula, Aurora (de la ciencia ficción canadiense) y Homer (del Foro de ciencia ficción de Compuserve) y, en los últimos seis años, ha sido cinco veces finalista del premio Hugo, un récord difícilmente igualable.
Novela finalista del Premio HUGO 2001
He aquí algunas de las cosas que me gustan de Robert J. Sawyer: sus novelas son dinámicas y sólidamente construidas; sus personajes están desarrollados de forma que me preocupa lo que les ocurre; la información científica resulta intrínseca a la trama, pero no es misteriosa ni exige que los lectores sean físicos nucleares para entenderla ROCKY MOUNTAIN NEWS
¿Es Sawyer la respuesta canadiense a Michael Crichton? Muy posiblemente, sí THE MONTREAL GAZETTE