Elaine Vilar despliega en Los años del silencio la compleja crónica de tintes shakesperianos de un mundo nuevo anclado en el pasado, en el que tecnología y tradición feudal conviven a la par, y en el que las rebeliones son incesantes.
Sin duda, lo que aquí se recoge es la vida de Kiandara, una joven predestinada a un futuro de sumisión en la corte imperial, que se rebela contra ese destino y decide rescribirlo a su antojo, aunque eso implique convertirse en una villana a ojos de su reino.
Este es, además, el relato de Harune, un talentoso onnagata que abandona a su familia para perseguir un sueño egoísta: realizar la mejor representación que nadie haya visto jamás y transformarse en la propia Kiandara.
También podríamos decir que es la historia de Oma, el Rey de los Ejércitos, que vive por y para Kiandara, pero también por y para el ejército que tiene bajo su mando.
No debemos olvidar tampoco que aquí se narra un fragmento de la vida de Maie, una sirena ciega y cautiva que esconde un rencor inconmensurable hacia Kiandara en su corazón; o de Orsini, una anciana hacker que pasa sus horas refugiada en un plano de realidad virtual lanzando malwares contra los drones que sobrevuelan la ciudad.
Pero, sobre todo, esta es un relato sobre el destino, la soledad, el orgullo, la traición, las intrigas palaciegas y la identidad.