Ragnar abandonó su escondite de un salto, escupiendo muerte con su pistola bolter. Era imposible que los merodeadores de las sombras no se percataran de dónde estaba, y con un rugido de rabia se lanzaron cointra él. Ragnar respondió con un aullido lobuno y se tranquilizó al oírlo repetido por las gargantas de sus camaradas Garras Sangrientas que se acercaban. Apretó el gatillo una y otra vez mientras la masa de mutantes enloquecidos se aproximaba, haciendo blanco indefectiblemente. Ragnar rió como un maníaco, invadido por la furia del combate.