Cuando uno es un crío sueña con futuros. El mío era muy parecido al que ahora se ha convertido en mi presente y que me ha acompañado en el pasado: quería escribir y he escrito. Quizá no de la forma exacta que de adolescente me imaginaba, pero también. Me he podido ganar la vida con ello y no creo que haya nada mejor en esta vida que poder dedicarla a lo que te hace feliz, sea lo que sea. A mí lo que me hace feliz es contar historias. Y a través de ellas comprender el mundo. Y he contado historias que no eran del todo mías, con las traducciones; y he contado historias que explicaban la Historia, con mayúsculas; y he contado también algunas historias que han surgido de mi deseo de contar historias. Aquí están algunas de ellas.
Excepto alguna errata evidente no he tocado nada en estos textos. Porque, aunque ya no los escribiría así, no me avergüenzo de ellos. Representan ideas, proyectos, sueños, pesadillas. Son fotos fijas de algunos momentos y, aunque tienen el valor biográfico que me hace recordar mis otros yos de otros tiempos, creo que algunas de estas historias pueden tener interés para los lectores: representan muy bien distintas épocas de los últimos cuarenta años. Y, pienso, no aburren, que es el mayor pecado que puede cometer la literatura.