Oriana tenía los recuerdos estropeados. Los perdió viajando en sus sueños, donde podía decidir más que en la realidad. Durante el día, estaba tan dormida que solo seguía su rutina sin ser consciente. Cuando conoció a Enzo, despertó durante un momento. Fue una ráfaga de luz. Se veía tan verde tras sus párpados que no pudo seguir durmiendo. A partir de ese momento, iría y vendría del mundo de los sueños al real, hasta que tendría que decidirse por uno.

Enzo era un chico impaciente y sin propósito en la vida. Como no lo tenía, siempre buscaba algo que no encontraba. El día que Oriana apoyó la cabeza en su hombro, sintió paz, pero sus viajes hacia el otro lado le sobresaltaban. Eran tan diferentes que podrían complementarse o no encajar. El amor sería la fuerza que los llevaría a intentarlo. Para ello, pasearían por los escenarios de los sueños de Oriana en la vida real, cerrando así un círculo que llevaba abierto mucho tiempo.