Tiembla, suda y su andar encorvado delata que algo no funciona bien, Daniel está descontrolado.
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Una hora antes reponía energía en su elitista apartamento de la calle Princesa de Madrid, cuando la placidez del sueño se turbó por un violento despertar.
Entre espasmos y calado en sudor gritaba enajenado mientras sus manos aplastaban sus orejas intentando atenuar el zumbido que solo existía en el interior de su cabeza. Recordó el sueño. Se encontraba rodeado de rayos fosforescentes que se cruzaban estrellándose contra paredes blancas que se volvían negras tras el impacto. Destructivas explosiones por todos lados, mezcladas con gritos y sollozos; muerte.
Intentó recuperarse reflexionando sobre lo que le pasaba pero las ideas se desmoronaban y alejaban hasta perderse en algún rincón de la mente.
Sin saber cómo, se encontró en la calle.
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La noche de verano es calurosa y la ausencia de luna destaca el negro asfalto de La Gran Vía. Corre agazapado hacia Plaza España. Intenta calmarse, relajarse, colocar su mente en el equilibrio adecuado pero no lo consigue.
Se detiene a la altura del hotel Washington. Asoma su cabeza furtivamente por la esquina. Reconoce el terreno, se asegura de que nadie le sigue y tuerce por General Mitre. Merodea, olfatea, ha aflorado el animal que lleva dentro restándole consciencia a su racionalidad.
No son buenas noticias para quién se interponga en su camino. Desgraciadamente el individuo con el que se cruzará quince pasos más tarde lo ignora.
Los ojos enrojecidos de Dan no dejan de escrutarle, si el desconocido no levanta la vista del suelo tendrá una oportunidad de salvar su existencia.
El anónimo viandante introduce su mano derecha en el bolsillo como si buscara alguna cosa y mueve la cabeza, lo suficiente para que Dan crea que le ha mirado y… ya no existen dudas, sucederá.
Sólo quedan tres pasos, el individuo se detiene mirando a Dan con la malévola sonrisa de creerse en superioridad, un corto y ancho objeto que brilla en la noche así lo refrenda. Dan interpreta el desafío, las mandíbulas prensan sus dientes y los latidos de su corazón ascienden hasta sus sienes.
Se inicia un breve monólogo:
—Tío, dame todo lo que lleves encima o probarás mi machete.
En menos de un segundo la mano izquierda de Dan inmoviliza el antebrazo armado del atracador mientras su diestra se lanza hacia la garganta provocando un ruido sordo.
Al extraer la mano se rompe el equilibrio, el ajusticiado cae entre mortales espasmos que cesan al disminuir el caudal de la sangre.
Aún jadeante, Daniel observa el resultado de su ira.
—¿Por qué?—grita sin control—Hubiera bastado desarmarlo… —¿qué me sucede?
La repentina lucidez le permite iniciar una comunicación a través del comunicador integrado en su oído:
—Ben Caster al habla.
—Ben… he perdido el control… he matado a una escoria, por favor…
—Dan no te muevas del lugar, tengo tus coordenadas. En dos minutos te recogerá una unidad de limpieza y se encargará de todo.
Ciento veinte segundos más tarde, la unidad aterriza en silencio. Por la rampa de la aeronave descienden dos enormes personajes embutidos en trajes blancos.
El primero le saluda y el que está detrás también levanta su mano izquierda, desde el lado derecho emerge un fulgor que impacta en el pecho de Dan derribándolo. Pensamientos inconexos penetran en su mente mientras sus ojos se cierran, le han eliminado.
Epílogo.
—Joder, es el quinto este mes Tony.
—Sí, Frank. Quieren crear superhéroes y nos dan asesinos.
José Cascales Vázquez (Badalona, 1964) reside en Madrid. Master en Marketing y Ventas por Ide-Cesem. Mantiene un blog dedicado a los relatos de ciencia ficción http://josepcascalescf.blogspot.com/ y una página en facebook Relatos Cortos. Ciencia Ficción https://www.facebook.com/groups/1375355086037758 con información relacionada con la Ciencia Ficción y la Ciencia en general. Participa en el taller literario de TERBI y ha publicado relatos de ciencia ficción y terror en la revista MiNatura, en Inari así como en el portal http://www.ficcioncientifica.com . También ha publicado varios relatos en el periódico A21.