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La herida

Henares, Daniel

El martes pasado fui a darme mi chapuzón habitual de madrugada, vivo cerca de la playa y es una vieja costumbre. Fue una noche extraña, recuerdo que el agua estaba más caliente de lo habitual y juraría haber visto unas extrañas luces reptar por la arena del fondo. Cuando llegué a casa noté un pequeño corte en la cadera, una fina cicatriz, como si algo me hubiera arañado, lo curioso fue que no había sentido nada mientras me bañaba.

Ha pasado una semana y creo que me estoy volviendo loco. La herida está cerrada pero no deja de crecer, es una delgadísima línea que poco a poco va rodeando mi cintura. No sé en qué acabará esto, pero tengo miedo de ir al médico, quizá no me crea, quizá me esté muriendo. Sea como sea, sigue extendiéndose lentamente a mi alrededor.

Han pasado dos semanas y ya casi está a punto de llegar al final, sus dos extremos están a pocos centímetros de distancia. Tengo miedo, todo es muy extraño. Soy una persona aprensiva, pero juraría escuchar algo en mi interior, no en mi cabeza, sino dentro de mi propio cuerpo. Murmullos y gorgoteos, líquidos en movimiento. A veces siento algunas molestias, pero, por algún motivo, me siento como si estuviera sedado. Si pierdo la razón quiero que alguien pueda leer esto.

Anoche la línea llegó al final. Tenía miedo de dormirme, pero sentí un sopor irresistible y al final no pude evitar tumbarme en la cama. Creo que dormí casi un día completo. No siento la parte inferior de mi cuerpo ni puedo moverla, no sé qué va a ser de mí. No conozco a casi nadie, ni sé a quién pedirle ayuda. Ni siquiera tengo teléfono y mis músculos se sienten tan débiles que apenas puedo sostener el bolígrafo al escribir estas líneas.

Creo que definitivamente estoy loco, me volví a dormir de nuevo y cuando desperté la parte inferior de mi cuerpo había desaparecido. No hay sangre, no hay nada, es como si mi cuerpo terminara así de forma natural. Creo que voy a intentar suicidarme, pero me cuesta incluso levantar los brazos. He visto que hay algo extraño junto a mi cama, parece un capullo de mariposa, pero es enorme.

En algún momento volví a caer inconsciente, no sé por cuánto tiempo, creo que varios días. Hoy alguien me ha despertado. Era yo. Una réplica perfecta de mí mismo. Idéntico en todo salvo en la mirada, su expresión era diferente, parecían los ojos muertos de un pez o un muñeco. El capullo estaba roto, como si algo se hubiera abierto paso desde dentro. El ser me muerde y se alimenta, al principio parecía débil y pequeño, pero crece y se fortalece.

 

A veces me hace daño hasta que abro los ojos y ensaya expresiones ante mi cara, estudiando mis reacciones. También hace muecas ante el espejo de la habitación. Creo que está aprendiendo a imitarnos.

Me gustaría poder avisar a alguien, contar esto. Hay algo extraño en esa playa, algo muy peligroso. Pero ya es tarde, apenas puedo moverme lo suficiente para seguir tomando estas notas. Voy a intentar electrocutarme con el brazo que me queda. Espero poder romper la lámpara de la mesita y terminar con esto.

Ahora pasa horas haciendo sonidos guturales, chasquea la lengua e intenta formar palabras. Siento pánico al pensar que puedo no ser el único, que quizá haya miles de estos seres modelándose en este momento para… Para Dios sabe qué. Espero que la gente no se deje engañar, ojalá puedan detectarlos de algún modo.

Ya no puedo más. Intentaré romper la bombilla de la lamparita, solo me quedan dos dedos, pero creo que lo conseguiré. Voy a colocar este papel debajo de la almohada. Espero que el ser no sepa qué es. Y, por favor, que alguien lo encuentre.