Una historia antigua
Es la madrugada del primer día de julio del año 1916. Dentro de unos minutos, dará inicio una de las batallas más largas y sangrientas de la Primera Guerra Mundial, la Batalla del Somme, uno de los episodios más cruentos de la historia de la humanidad. El combinado de fuerzas franco-británicas está a punto de intentar romper las líneas alemanas a lo largo de un frente de 40 km al norte del río Somme, en el norte de Francia. Una simple maniobra destinada a distraer las tropas germanas de la batalla Verdún que terminará por convertirse en la mayor masacre de la historia. El primer día de la batalla será recordado, especialmente, por las más de 50.000 bajas sufridas por el ejército británico. En a penas unas horas de combate.
A lo largo de la semana anterior, la artillería británica ha disparado más de un millón y medio de granadas sobre las posiciones enemigas. Además, se cavaron diez galerías bajo las trincheras y otros puntos estratégicos germanos, que fueron rellenadas con varias toneladas de explosivos. El Alto Mando espera mermar las tropas alemanas antes del gran ataque.
Son las 07:20 de la mañana y empiezan a detonar las cargas explosivas de la primera galería enemiga. En tan solo ocho minutos, se suceden el resto de explosiones. Súbitamente, todo el campo de batalla queda en silencio. Es un día soleado de verano, no muy caluroso. Los hombres del 11º Batallón del Regimiento de Cheshire se encuentran en las cercanías de La Boisselle. Otrora había sido una próspera villa en la ribera del río Ancre, un pintoresco pueblucho de casas blancas, inmerso en la tranquilidad de la vida campesina. Ahora, la mirada nerviosa del sargento Dyson a penas distingue, a través del humo, un par de paredes derruidas. Todos sus hombres están agazapados en la trinchera, con la bayoneta calada, prestos a salir a su señal.
El sargento mira su reloj. Faltan unos segundos para las 07:30. Es la hora. Su pelotón está preparado. Los hombres están nerviosos. Es normal. Saca su revolver y el silbato. Sopla con fuerza y, todos a una, escalan las paredes de la trinchera en pos del enemigo. La visibilidad no es muy buena. Aunque sea un día claro, el humo del bombardeo constante cubre todo el campo de batalla de una niebla molesta. Pero conocen su destino. Los boches se encuentran en frente, a poco más de 300 metros.
Todo el pelotón carga, a la carrera, disparando a discreción, cada uno rezando en silencio por no ser alcanzado por una bala enemiga. El sonido que les envuelve es atronador. Los gritos de los soldados se mezclan con el tableteo de las armas que no cesa. De repente, el sargento duda, sólo es un instante. Se gira hacia uno de sus soldados, y le dispara a bocajarro en la nuca, bajo el casco.
Un interrogatorio más
Ya les he explicado a sus compañeros que fue un accidente. ¡Tuvo que ser un accidente! Ya he contado la misma historia, al menos cincuenta veces. ¿Por qué me lo preguntan otra vez? Bien, como usted quiera. Empezaré de nuevo.
Mi nombre es Elisar Malik, soy asistente de campo del Dr. Akino, del Departamento de Revisión Histórica de la Universidad de Bangladesh. Nuestro campo de estudio es el análisis de los modismos propios del lenguaje coloquial de los tommies de la Primera Guerra Mundial. Sí, perdone, intentaré no ser tan “técnico”. Los tommies son los soldados británicos, los soldados rasos.
Sí, soy un jinete de ancestros, en eso consiste el trabajo de asistente de campo de un investigador histórico. ¡Venga, seguro que todo eso ya lo sabe! De acuerdo, ya me calmo. Perdone.
Mi trabajo, y el del resto de asistentes, consiste en viajar al pasado y, sobre el terreno, aplicando técnicas de observación antropológica, estudiar nuestros antepasados. Como le decía antes, en estos momentos estudiamos el lenguaje de los soldados de la Primera Guerra.
No, no sé como funciona la máquina de transferencia. Es algo de entrelazamiento cuántico pero en realidad no tengo ni idea. Yo sólo sé que a mi me colocan en una de las cabinas de transferencia. ¿Las ha visto? Sí, son como cabinas de aislamiento sensorial. Yo me tumbo ahí dentro, me acoplan unos sensores y rellenan su interior con una especie de engrudo, un fluido que huele como a vainilla. No, no es desagradable. Supongo que te acostumbras y, en realidad, no sentimos nada de lo que sucede con la máquina. Yo sólo sé que, a los pocos segundos, mi mente ha viajado y me encuentro en el interior de otra persona.
Una persona del pasado.
Sí, hay varias formas de cabalgar un ancestro. Normalmente lo hacemos en modo “espectador seguro”. Eso significa que nuestra presencia no suplanta la voluntad del objetivo, simplemente estamos ahí dentro observando. Y si se produce cualquier situación peligrosa. Sí, quiero decir mortal. Si el objetivo muere, al estar en modo seguro, nosotros saltamos inmediatamente de vuelta. No sé como lo hacen. Simplemente, si el ancestro muere yo despierto sano y salvo en la cabina.
Sí, todos los saltos efectuados durante la investigación son en modo “espectador seguro”. Ya lo sabe, en realidad todos los saltos al pasado deben ser así.
Es la ley.
Sí, es verdad, hay otros modos de salto. Se puede saltar en modo libre, entonces tu voluntad…, es como si arrinconara la del objetivo, que se ve como relegada, como anulada, y controlas totalmente el ancestro. Pero eso está totalmente prohibido. Ya sabe, para evitar disrupciones temporales.
También se puede saltar en modo no seguro. Entonces, bien, es muy simple. Si el ancestro muere, tú mueres. Es un salto extremo. Sí, hay yonkis de los saltos extremos. No, no conozco ninguno. ¡Y le aseguro que nuestro salto fue en modo seguro!
Bueno, lo que sí hicimos es cabalgar en modo libre. ¡Sólo queríamos tener una experiencia…! ¡Mierda, no sé qué coño queríamos! Simplemente queríamos vivir algo auténtico. No sé, lo siento, lo siento mucho pero ya le he dicho que fue un accidente.
Sí perdone, ya continúo. Sí, es verdad, no era la primera vez. Lo habremos hecho cinco o seis veces, siempre los dos solos, Hamal y yo. No, nadie sabía que lo hacíamos. Si nos descubrieran nos habrían despedido del departamento y nos habrían vetado para siempre.
Bien, normalmente yo soy el que programa el salto. Y estoy totalmente seguro de que lo programé correctamente. ¡Repase los registros! Sí, sí, perdone.
Habíamos elegido dos soldados del mismo pelotón del 11º Batallón del Regimiento de Cheshire. Sabíamos que, durante el primer día de la batalla del Somme, habían estado juntos toda la mañana y que morían hacia el mediodía. Los saltos están limitados a un espacio de 27 minutos, así que el riesgo era menor. No, desconozco el porqué del límite temporal, será algo de cronofísica. No sé.
Como le decía, saltamos juntos. Enseguida nos encontramos controlando nuestros objetivos. Lo primero que sientes al cabalgar un ancestro es el tremendo impacto de la nueva realidad que te rodea. Los olores, muchos más intensos. La luz, es diferente, especial. En el momento del salto, se produce un breve instante de adaptación al nuevo cuerpo. A penas dura unas milésimas de segundo, pero lo notas, y enseguida eres consciente de dónde te encuentras y sabes que ya controlas el nuevo cuerpo.
Saltamos pocos segundos antes de que empezara la ofensiva. Me giré a dar un vistazo a mi alrededor y enseguida reconocí a Hamal. Sí, cuando cabalgas puedes reconocer a otros jinetes. Ves una tenue aura azulada alrededor de la cabeza de los cuerpos ocupados. No importa el modo de salto, se aprecia lo mismo. El ancestro de Hamal tenía un bigote inmenso, muy divertido, y me hizo gracia el aspecto que tenía, tan diferente. Me acerqué a él y se lo dije. No, no hablamos. Usamos el código Steinlych. Es parecido al lenguaje de los sordomudos, pero sólo se hace pulsando los dedos. Es el sistema que usan los jinetes extremos. Bueno, casi todo el mundo lo conoce ya, está de moda.
Bueno, no tuvimos tiempo de decirnos nada más, porque el sargento al mando sacó su silbato y dio la señal de ataque. Emocionados, escalamos la pared y corrimos con el resto de la tropa, disparando como locos.
Esquivamos las alambradas que bordeaban nuestra trinchera. No se veía casi nada. El humo de las explosiones limitaba mucho la visión, pero habíamos acordado no separarnos. Aunque aún no veíamos al enemigo, las balas silbaban a nuestro alrededor. Pero nos sentíamos seguros. Era como un juego de inmersión de realidad. Y, de repente, Hamal cayó. Le habían volado la cabeza. En ese momento no me preocupé. Aunque me supo mal por él. Iba a perderse la diversión.
No, simplemente supuse que, al saltar el modo libre le había impactado una bala que en realidad no debía haber matado aquel ancestro. Pero era un riesgo asumido. Simplemente supuse que me esperaría en la sala de cabinas cuando yo acabara. Así que continué con el resto del pelotón. Maté unos cuantos alemanes y, al término de mi salto, regresé.
No, no temíamos provocar una disrupción con las muertes que provocáramos. Sabíamos que, de la trinchera alemana que íbamos a asaltar no sobrevivía ninguno. Todo estaba calculado.
Y, bien, entonces salí de mi cabina. Hay que esperar unos instantes a que se suelten los sensores y se elimine el fluido. Al terminar el proceso, salí de mi cabina. Esperaba encontrarme a Hamal, molesto pero ansioso de que le explicara mi experiencia. Pero no estaba. No me esperaba nadie. Su cabina seguía cerrada. Los controles indicaban que ya estaba sin vida. Se había disparado la alarma y ustedes no tardaron mucho en llegar. Eso es todo. No lo entiendo. Tuvo que ser un accidente. ¿Han comprobado los registros del programa? No, no puede ser, yo marqué el modo seguro. Siempre lo compruebo ¡No puede ser!
¿Mi relación con Hamal? ¡Éramos amigos! No, no, eso no puede ser. ¿Cómo pueden pensar eso? Todo aquello no fue nada. Estaba totalmente superado. Si yo me alegraba por ellos. Joder, reconozco que cuando Alisa me dejó y se fue a vivir con Hamal, me sentí traicionado. Pero nunca habría hecho algo así. Lo superé y seguí adelante. Mi mejor amigo estaba con la mujer que yo amaba, y yo debía respetarlo. Fue su decisión. Ella era libre de estar con quien quisiera. No era mi posesión. Estuve unos días deprimido y ya está. No pasó de ahí. ¡Seguimos siendo buenos amigos! ¡Los tres! De verdad, ¡tiene que creerme!
Un mensaje para Alisa
Hola Alisa. Supongo que estás durmiendo. Pero tenía que contarte esto antes de que lo hiciera algún otro, y quizás luego ya no pueda. Hamal ha muerto y me acusan de su muerte. Lo siento, te juro que lo siento y tú sabes que yo nunca haría algo así.
Esta noche hemos hecho un salto. Supongo que ya lo sabías, hemos vuelto a cabalgar un par de soldados del Somme. Y ha pasado algo muy extraño. Estábamos en plena carga contra las posiciones alemanas y, de repente, el sargento de nuestro pelotón se ha detenido, ha desviado su arma y le ha pegado un tiro al ancestro de Hamal. Yo estaba a su lado y lo he visto todo. Y me ha extrañado porque sabíamos que los dos sujetos no morían hasta el medio día.
No debía suceder algo así. Y entonces, el sargento me ha apuntado a mi con su revolver, y te juro que, en medio de todo el estruendo de la batalla, he oído el clic del arma y no ha salido ninguna bala. Se había quedado sin munición. Entonces me he dado cuenta de que alguien cabalgaba al sargento, su cabeza aureolada lo delataba. El asesino me ha mirado hastiado y, en Steinlych, me ha dicho que más valía que no contara nada, que mantuviera la boca cerrada o podría tener un accidente durante un salto. En ese momento no lo he entendido, pero al regresar de mi viaje, Hamal estaba muerto en su cabina. Alguien había manipulado el programa. Lo he comprobado. Cuando he entrado en la cabina tras programar el salto, han hackeado el sistema y han modificado el modo de seguridad. No sé quién ha sido, pero lo han hecho desde fuera de la Universidad.
Creo que estamos en peligro. No sé quién puede haber sido. No sé si Hamal estaba metido en algo. Sólo sé que, a pesar de ser acusado de asesinato y de haberme descubierto cabalgando ilegalmente, no sólo no me han vetado, si no que me han programado un salto para dentro de una hora. Y tengo miedo, mucho miedo.
Tengo miedo por mí y tengo miedo por ti. Escúchame bien. Tienes que huir y esconderte. Han estado interrogándome durante horas, he hablado con montones de policías, he tenido que explicar un montón de veces la misma historia. Pero no les he contado nada. He dicho que ha sido un accidente y que no sé cómo ha ocurrido. No he dicho nada del tercer jinete. Pero con los dos últimos investigadores que me han interrogado he visto algo extraño. Mientras hablábamos, uno de ellos ha tenido un lapsus y, más tarde, mientras yo lloraba cabizbajo, he visto que se comunicaban en Steinlych. Creían que yo no les veía, pero he visto parte de lo que se decían. ¡Uno de ellos decía que no pueden dejar cabos sueltos! ¡Alguien los estaba cabalgando!
Yo ya estoy perdido, Alisa, pero tú aún tienes una oportunidad. Huye, Alisa, huye. ¡Y sobretodo, no se te ocurra cabalgar!
Francesc Barrio
Francesc Barrio nació el 1968 en Santa Coloma de Gramanet, ciudad cercana a Barcelona (España). Inició estudios de Física en la Universidad Autónoma de Barcelona, pero pasaba más tiempo en el bar que en las clases. Ha sido editor de juegos de rol, redactor de revistas de juegos, editor de contenidos freelance para un estudio de diseño y, tardíamente, ha descubierto su vocación de escritor. Escribe en castellano y en catalán. Ha publicado en diversas revistas y en antologías como Steam Tales de Dlorean Ediciones, Calabazas en el Trastero – Creatures de Saco de Huesos o las Antologias Fénix de Ficção Científica e Fantasia - Volume II y Volume III de Ficções Phantasticas. Podéis visitar su blog https://noencuentroellitio.wordpress.com/