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Hay cretinos hasta en el infierno

Castejón, María L.

Nick llegó a nuestra sección, Envasados-3, el pasado lunes; le habían trasladado de Hidrofilizados-7. Era un tipo extraño, se pasaba el día proclamando que era un dios capaz de todo, con dones sobrenaturales, vamos, todo ese tipo de cosas que inquieta a los alfa. Era alto si tenemos en cuenta lo deteriorados que están los trabajadores de Hidrofilizados-7; prácticamente todos están enfermos y apenas sobrepasan el metro y medio. El poco pelo que tenía, tras estar expuesto a todos esos procesos químicos, era de un color rojizo, como la sangre de un perro cuando lo golpeas o lo estrangulas. A mí particularmente no me llamó la atención, pero tampoco lo hicieron las gilipolleces que decía, quizás lo único que me alertó de ese traslado, era que empezaran a enviarnos gente de Hidrofilizados-7 cuando son los alfa quienes lo hacen de nuestra sección a la suya a todos aquellos que están enfermos y pueden considerarse foco de infección. Seguro que se trataba de alguna “reducción” de personal como solían llamarlo tras provocarnos una epidemia.

En cambio, mis compañeros, ese hatajo de cretinos con cerebros de babosas, le veneraban como al dios que decía ser.

—Soy un dios. –Decía con tono apocalíptico— Soy un dios, puedo leer tus más oscuros secretos.

Era patético verles temblar como niñas y más aún sabiendo que eran los asesinos y delincuentes más peligrosos y recalcitrantes de la sociedad, aunque tras someterlos a todo tipo de radiaciones estaban mucho más calmados. Pero me revolvía las entrañas verles asustados por aquella sarta de estupideces. Leer la mente a estos cretinos no tenía mérito alguno, porque aquí en lo único que se piensa es en las peleas de perros. Las mujeres quedaron muy atrás en nuestro recuerdo. Ahora, cuando nos pica, nos tiramos a los novatos y, si no se dejan, siempre nos quedan los perros. No se está tan mal, en Conservantes-5 es todavía peor, allí sólo hay enfermos terminales, leprosos y sifilíticos.

Nada más verle en su salsa calé a ese Nick; debía ser uno de esos tíos que disfruta sometiendo a los demás, supongo que esa debía ser su paranoia porque aquí, desde luego, no nos van a traer a la flor y nata de esta jodida sociedad. Por desgracia, Nick se percató de que sus monsergas me la traían floja y decidió convertirme a su religión.

—¡Eh tío! –Gritó desde el otro lado del pasillo. Como vio que yo seguía a mi aire, corrió hacia mí.

—Te está hablando tu Dios, so mamón, así que escucha y arrodíllate.

—Aquí sólo hay un pringado que está en un corredor fuera de la línea blanca, ¿sabes que si te ve un alfa te meterá en la sala del que todo lo ve y tirará la llave? –Dije como si la cosa no fuera conmigo.

—Puedo leer tu mente, maricón de mierda.

—¿Ah, si? ¡Pues adelante! Soy todo tuyo, ¡dime en qué estoy pensando!

De repente se quedó pálido, no articuló palabra, me miró a los ojos y echó a correr. No le di demasiada importancia, sólo era un gilipollas más; pero al cruzarme con Roger, éste me comentó que cuando se encontró con él sangraba por los ojos. Le expliqué a Roger, pobre psicópata ingenuo, que se debía a toda la radiación que nos chupábamos en este cuadrante. No había nada de especial. Para olvidar aquel percance, le llevé a una pelea de perros.

Fue una de las mejores desde hacía mucho tiempo. Uno de los perros era de Jack y el otro de un tal Ed. Al igual que los trabajadores, los perros tenía todo tipo de mutaciones a cual más grotesca. Ganó el Doberman de Jack aunque el Galgo de Ed presentaba una anomalía en el crecimiento, pareciéndose más a un Pitbull que a un Galgo. Pero aquello era de esperar, Jack había metido larvas de tark en las orejas del pobre animal. Aún así, fue una hermosa pelea, muy conmovedora; cuando el Doberman desgarró la garganta del Galgo fue tan intenso que hasta lloré de emoción. Roger, en cambio, apenas se distrajo, sólo pensaba en Nick.

A la mañana siguiente, la jornada empezó movidita. Después de lo que aquí llamaban desayuno, irónicamente, fuimos a la cadena de etiquetado, la parte más aburrida, mecánica y sofronizante de todo Envasados-3, la sección más deteriorada y con más gentuza del planeta. Los trabajadores de esta sección, junto con Conservantes-5, llegamos aquí tras elegir entre la pena de muerte y esta mierda de fábrica carcelaria. Éramos los peor pagados, nos trataban como a conejillos de indias o en el mejor de los casos, como a esclavos pero no como a mano de obra barata pero claro, teniendo a todo el sistema judicial de su parte, ¿qué podíamos esperar? Nadie lloraría por nosotros.

En fin, a lo que iba, Nick empezó a jugar con los allí presentes.

—Sí, Frank, yo también daría lo que fuera por follarme a tu novia. –Pregonó como dando a entender que le estaba leyendo la mente.

Frank empalideció pero no se atrevió a decir nada. En cambio Nick se creció y siguió con los comentarios. Se notaba a la legua que se lo estaba pasando en grande haciéndoles temblar. Acusó a más de uno de ser maricones reprimidos, a otros les llamó impotentes, a todos les decía algo que en el fondo temían que fuera cierto. Los comentarios fueron subiendo de tono y cada vez eran más sucios o, desde mi punto de vista, más grotescos. Lo que no se esperó fue la reacción de Roger. Tiene un carácter inestable y pierde los estribos con facilidad. Aquí los alfas no se preocupan por la medicación de los trastornados, lo consideran un gasto innecesario, si alguno tiene un brote violento se le pega un tiro o se le lobotomiza. Roger era un psicópata con fuertes brotes esquizoides, sólo tenías que llamarle loco o violaniñas para que perdiera el contacto con la realidad y se convirtiera en una máquina de matar. Nick dio en el blanco y Roger no pudo evitarlo, lo vio todo rojo y le saltó al cuello. Nick por muy dios que fuera, todo hay que decirlo, era bastante enclenque y Roger no tuvo problemas en ponerle azul. Cuando estábamos en lo más emocionante de la pelea, llegaron los alfas con las pistolas de alprazolam. Todos recibimos una alta dosis de tranquilizantes y caímos al suelo como marionetas a las que les han cortado los hilos. A Roger le encerraron en la sala del que todo lo ve mientras que a Nick ni le incomunicaron siquiera. Pero ante tal injusticia ¿quién puede reclamar?

Tras unas horas plácidas gracias a los alfas, tratamos de no cabrearles más y pasamos el resto de la jornada tratando de subir la productividad antes de que nos redujeran la comida o algo peor. Trabajamos duro para terminar el etiquetaje de al menos dos envíos urgentes para la siguiente semana. Cuando llegó el toque de queda, sólo lo teníamos tras un altercado, nos dirigimos a los barracones a dormir como niños buenos. Pero Nick siguió tocándonos las pelotas en el dormitorio principal. Preferimos callar antes que acabar como Roger pero ante la escasa atención, se acercó a mi catre y me dijo:

—Escúchame criatura del infierno, yo soy más fuerte.

El pobre estaba para que le lobotomizaran. Me giré dándole la espalda para dormir un rato, pero él seguía allí, molestando. Los demás estaban acojonados esperando que me cabrease y le rompiese el cuello. No sería la primera vez que me cargo a un gilipollas pero aún recuerdo el último castigo, que por cierto, fue una verdadera pijada: sedantes y lavados de coco en la silla del Comandante. Acabé muy harto, jodidamente cansado de los intentos por controlarme  y con más furia que nunca. Así que preferí pasar de él, ya se cansaría. Sin embargo, Nick no estaba por la labor de dejarme en paz y me giró, lanzó un puñetazo contra mi cara y me rompió la nariz. Entonces con mucha calma le dije:

—Bueno, a ti ¿qué coño te pasa?

—Soy más fuerte.

—Sí. Y más gilipollas también. ¿Quieres que te manden a la sala del que todo lo ve?

—Te desafío.

Parecía estar en trance. No escuchaba. Como no quería broncas, acepté a regañadientes el estúpido reto. No tenía muy claro qué iba a pasar pero creí que sería una pelea o algo así, pero no; me dijo que leería mi mente de una vez por todas. Me miró desafiante, se llevó los dedos a las sienes como si estuviera concentrándose, movía los índices describiendo círculos. Yo, en cambio, sólo pensaba en dormir, estaba exhausto… Bostecé. Nick seguía allí haciendo esos estúpidos movimientos. Cansado de verle danzar a mi alrededor, decidí terminar con el juego y me concentré a mi vez. Deseé que le explotase el cráneo, sí, sería divertido. Una vez le puse una Uzi a un tío en las sienes y disparé; fue impresionante: toda aquella sangre, todos sus sesos derramados en el suelo, gocé más que en todos los polvos de mi vida. Deseé hacérselo. Cuando más concentrado estaba en la idea, más pálido estaba Nick. ¡Hasta me pareció ver súplica en sus ojos!

—Pero tío, ¿no eras un dios? Pues te jodes porque quiero llegar al final.

Seguí allí, mirándole fijamente, deseándolo con más fuerza. Nick cayó de rodillas, empezó a temblar, se sujetaba la cabeza con ambas manos, me miró y susurró un “por favor” muy bajito; agonizaba. Pero yo no quería dejarlo ahora, quería más y más, apretaba su cráneo más y más. Aquella era toda una experiencia, me gustaba y me estaba empalmando. La tenía dura como el acero. Estaba a punto de alcanzar un orgasmo y desde luego, no iba a parar. Nick, agonizando, en el suelo lanzó una mano hacia mí pidiendo… ¿Qué? ¿Piedad? Creo que no soy ese tipo de persona. Sólo miraba sus sienes, con las venas dibujando su cara en relieve. En ellas podía ver su pulso, cada vez más marcado, más fuerte. Su cabeza era más y más grande. Sabía que estaba alcanzando el clímax, el orgasmo, quise retenerlo un poco más pero se me escapaba. Me corrí en el mismo instante en que vi su cabeza estallar. Mis compañeros de dormitorio, al ver la escena, se quedaron mudos. Algunos vomitaron pero no dijeron nada. Se metieron en los catres y se hicieron los dormidos. Yo estaba demasiado cansado y les imité, lo que pasara al día siguiente no me importaba.

Aquella noche había gozado como nunca en mucho tiempo.

 

 

María L. Castejón Madrid, España, 1973.

Aficionada a la literatura en general, y a la erótica y de terror en particular. Ha sido finalista en el Premio Avalon de relato 2007 y II Certamen de poesía erótica Búho Rojo. Sus trabajos han aparecido en Ediciones Efímeras, Microhorror, Químicamente Impuro, la revista digital miNatura ( http://www.servercronos.net/bloglgc/index.php/minatura/ ), entre otros. Actualmente reside en Dublín, Irlanda.

Su blog personal: http://stiletto.crisopeya.eu/