Hallazgo
La actividad de los miembros de la expedición era frenética. Y no era para menos. Tras varios meses de infructuosas búsquedas, parecía que habían encontrado un yacimiento que podría albergar restos arqueológicos de gran valor. Los expedicionarios tenían la esperanza de encontrar piezas que explicaran el salto evolutivo entre una época pretérita y la inmediatamente posterior, puesto que entre el aspecto y las características de los primeros y los segundos habían notables diferencias. Algo había ocurrido que cambió radicalmente a los habitantes de aquella época.
Pero, varias jornadas después, los arqueólogos expresaron su decepción por el resultado. Tras extraer todos los restos que guardaba el yacimiento, no había ninguno excepcional. Eran huesos de Homo Sapiens Sapiens, sin ninguna diferencia con respecto a otros hallazgos anteriores. Seguía el misterio acerca de cómo se pasó de aquella pretérita raza a la actual. Los robots recogieron el campamento y se marcharon de allí
Estrategias de publicidad
Luis terminó de eliminar las decenas de mensajes de basura que figuraban en su bandeja de entrada, a pesar del programa que tenía en el ordenador para eliminarlos previamente.
Cansado, se fue al salón, donde comenzó a ver una película que emitían en la televisión, pero terminó apagando el aparato, harto de interrupciones publicitarias.
Entonces Luis tomó una novela que estaba leyendo, y se sentó en una mecedora que tenía reservada para tal hobby. Cuando llevaba un par de minutos enfrascado en la lectura del libro, escuchó una voz, a pesar de estar completamente solo: “Está a gusto en su vivienda, aunque en la calle hace mucho frío ¿verdad? Pero… ¿sabe lo que está pagando por su calefacción y cuánto se ahorraría si usara estufas “ElecHot”?
Luis ensayó la técnica habitual de repetirse mentalmente una frase para tapar la promoción publicitaria. Pero el siguiente mensaje sonó en su mente a un mayor volumen: “¿Y el seguro de su vivienda? ¿Conoce la tarifa plana de “SecurHome”?”.
Luis se levantó de la mecedora enfadado y maldiciendo: “Mierda, esto es el colmo. Ahora son capaces de emitir a mayor volumen…Puto spam telepático…”
Ataque Bélico
Era la batalla definitiva. Las tropas atacantes rodearon la sede central del otro ejército. A pesar de lo que se contaba de este, con respecto a su agresividad y poderío, los asaltantes vencieron con facilidad a los que defendían el lugar, accediendo así al cuartel general. Localizaron y rodearon al jefe supremo, que no cesaba de amenazar y anunciar calamidades.
—¡Soy el Príncipe del Mal! ¡Mi poder es terrible y os puedo condenar para siempre!
El jefe de los humanos comentó:
—¿Y este tío tan patético es Satanás? Joder…tanta fama y luego es una mierdilla de tres al cuarto.
Los soldados mataron al Demonio y a sus seguidores, arrasaron el Infierno y luego marcharon a conquistar otros territorios.
Experimento exitoso
El nerviosismo era patente entre los miembros del equipo. Aunque ya llevaban un considerable número de experimentos exitosos, nunca se había intentando con un lapso de tiempo tan grande.
Se escucharon diversas exclamaciones, cuando en las imágenes retransmitidas por las cámaras instaladas en la región se vio a una pareja de humanos prehistóricos, hombre y mujer, que llevaban a cabo diversas labores propias de la época.
El capitán dio la orden para que se iniciase el procedimiento para transportar a aquella pareja a la era actual. Diez minutos después, los dos prehistóricos humanos observaban alarmados el extraño mundo al que habían sido llevados.
Transcurridos varios días, se había conseguido calmar a aquellas dos personas, trasladadas a un lejano futuro, ofreciéndoles explicaciones religiosas y sobrenaturales para tan fantástico hecho. Incluso se les pudo pasear varias veces por la ciudad donde tenía lugar el experimento.
Al cumplirse los días estipulados en la autorización administrativa del experimento, los prehistóricos habitantes fueron transportados de vuelta al pasado.
Con alegría, los miembros de la tribu vieron como volvía aquella pareja, desaparecida días atrás. En las siguientes jornadas Adán y Eva contaron a sus vecinos cómo había resultado la estancia en aquel maravilloso paraíso.
Ataque en la noche
La mujer caminaba con celeridad por la calle. Sus pisadas con zapatos de tacón eran audibles en toda la vía. Ningún otro ruido osaba surgir en aquella madrugada profunda. Ella echaba frecuentes vistazos en diferentes direcciones. La inquietud era manifiesta en su rostro. No era para menos. En las últimas semanas un supuesto asesino en serie había atacado a varias mujeres residentes en la zona, desmembrándolas antes de terminar con su vida. Y ella no había podido evitar el tener que dar aquel relajado y agradable paseo a esa hora. Las imágenes, vistas en el telediario, de las mujeres asesinadas por el psycho-killer no cesaban de danzar por su mente.
De pronto, una silueta oscura surgió de una calle aledaña. El cuerpo que daba soporte a aquella sombra salió disparado, en dirección a la mujer que caminaba, y, cuando ya estaba cerca de ella, lanzó un puño como si fuera un rayo. La descomunal extremidad aplicó toda su potencia destructiva, con el fin de tumbar a la mujer. Tras el golpe, el cuerpo de ella voló algo menos de un metro, y, finalmente, se estampó contra una pared. La agredida emitió un estentóreo chillido, rebosante de dolor.
El agresor se desplazó con rapidez, exhibiendo un cuchillo en su mano derecha, con el que se disponía a despedazar aquel cuerpo.
En ese momento se escuchó una potente voz. “Alto, no se mueva”. El atacante miró en todas las direcciones, intentando localizar al que había gritado. Desde varios de los edificios colindantes se lanzaron unas mallas, que cubrieron el cielo por encima de agresor y víctima. Las redes se pegaron al cuerpo del hombre, que intentó zafarse de las mismas. Pero, además de su poder adhesivo, por los hilos de la malla comenzó a circular una potente corriente eléctrica, logrando interferir muchas funciones de individuo atrapado. Este terminó cayendo al suelo, por donde la mujer se arrastraba alejándose.
Surgieron de portales y calles unos hombres, algunos con uniforme de policía, que corrieron para alcanzar e inmovilizar al agresor, que ya intentaba levantarse, a pesar de los trallazos eléctricos. En segundos, una maraña de brazos y piernas recubrió el cuerpo del otro. Uno de los policías comenzó a desvestirle, para descubrir el robótico cuerpo que escondía la ropa. Ninguno de los allí presentes se llevó sorpresa alguna por aquella circunstancia.
Desde que a algún asesino en serie se le ocurrió mandar a un robot, provisto con una cámara, a matar a las víctimas, la labor de detener a aquellos perturbados era infinitamente más difícil. Los sádicos humanos permanecían cómodamente en sus domicilios, viendo la agresión, mientras eran los autómatas los que se “pringaban”. Cuando los detenían, era dificilísimo descubrir al humano que estaba detrás de ellos, y a este le bastaba con encargar otro en el mercado negro de robots.
—Mierda — maldijo susurrando el jefe del escuadrón — Si solo ha pasado cuatro días…Cada vez consiguen más pronto uno nuevo
Ricardo Manzanaro (San Sebastián, 1966) Médico y profesor de la UPV/EHU (Universidad del País Vasco). Mantiene un blog de actualidad sobre literatura y cine de ciencia-ficción ( http://www.notcf.blogspot.com/ ). Asistente habitual desde sus inicios a la TerBi (tertulia de ciencia-ficción de Bilbao), y actualmente preside la asociación surgida de la misma “TerBi Asociación Vasca de Ciencia Ficción Fantasía y Terror” ( http://terbicf.blogspot.com.es/ ). Tiene publicados más de 40 relatos.