«Brian, de nacionalidad británica, nace en el día cinco del mes cinco del año dos mil treinta y cinco. Su familia, los Williams, ha sufrido recientemente una triste pérdida. Joseph, el padre de Brian falleció meses antes de la llegada de su hijo. Fue asesinado a manos de un joven radical que simplemente deambulaba por las calles de Londres.
Brian ha llegado en unas condiciones difíciles, verdaderamente diferentes a las que debería haber llegado. Sin embargo, el destino, si es que existe, ha propuesto cambiar la historia para detonar otra multitud opuesta de experiencias y percepciones. El destino se va a ver reprogramado y manipulado».
Meses antes del nacimiento...
—Señora Williams... —dijo una voz grave marcada por un cierto eco, un eco que solo pertenecía a la señora Williams—. Señora Williams, tenemos que mostrarle algo importante...
—¿Será niño o niña? —dijo ella feliz, acompañada de una sonrisa.
Año cinco
Brian se comporta como un infante enrabietado. Sus jóvenes días se convierten en infiernos espontáneos, siendo sus comportamientos primarios los principales promotores. Según los comentarios de ciertos psicoanalistas a los que la señora Williams ha visitado, la falta de una figura paterna puede haber sido el detonante de esta habilidad para sacar de quicio. Sin embargo, está más que comprobado que una única figura tutora puede educar con indudable éxito. Así se resuelve el caso y se afirma que la calidad muestra una mayor consecuencia que la cantidad. Pero el caso de Brian es distinto. Su madre trata de mantener a su hijo conectado con todo lo que cree que debe proporcionarle buenos modales. Se ha planteado el uso de ciertas aplicaciones inteligentes que apoyen a su causa, no obstante, esto significaría un aislamiento exclusivo para Brian, algo que no debe ocurrir en ningún caso y más teniendo en cuenta su temprana edad.
Año diez y año doce
¿Causas?, pocas. ¿Consecuencias?, numerosas. El caso de Brian enternece los sentimientos de su madre quién, con gran ímpetu y amor, ha intentado mantener a su hijo lo más arraigado posible a los buenos comportamientos. Quizás tenga que ver el uso constante y prolongado de las aplicaciones inteligentes mencionadas cinco años atrás.
Tras la nula aceptación del desarrollo cognitivo natural del niño, su madre se apoyó en esas aplicaciones por miedo a obtener un resultado insatisfactorio. Para lograrlo, se confeccionó un régimen estructural progresivo basado en las capacidades cognoscitivas que el niño iba desarrollando. Estas se empezaron a incorporar a su debida medida tal y como los profesionales indicaron contando con la amplitud de grados actuación que determinan los devices puestos en práctica.
El primero puesto en marcha, Ruptura de la sociedad como tal, incorporó una gran variedad de ideas sobre los prejuicios de la sociedad así como la ruptura de cada uno de ellos en el sistema cerebral del muchacho. Esta aplicación indujo a Brian en una nube inconsciente de numerosas imágenes y pensamientos abstractos pertenecientes a un gran número de personas aplicando la teoría de la mente. Este proceso modificó y mejoró la capacidad empática del muchacho. Pero, el nivel empático de Brian sufrió una subida tan drástica que se generó el efecto contrario. Así comenzó a manejar y manipular a sus compañeros de clase mediante actos no éticos. La consecuencia ha sido breve: este suceso aisló al joven de toda relación estudiantil y, por consiguiente, ha agravado su agresividad. La teoría de la mente fue totalmente desmantelada y el niño recurrió de nuevo a un pensamiento egocéntrico aún más enérgico.
La segunda aplicación y más interesante fue renombrada en varias ocasiones, pero si título se consolidó tras las consecuencias que sufrió el muchacho: Impacto sádico. Quizás sea esta una de las aplicaciones favoritas del muchacho ya que con ella comienza a comprender su ira y, sobretodo, a como emplearla para diversos fines. Decide crear consciencia de sus actos más impuros y luchar contra ellos. Una melodía relajante, el sonido del mar y la ventisca, la meditación como aura de paz, es todo lo que necesita en algunos momentos para mantener, en línea sosegada, su mente y cuerpo. Pero la realidad se vuelve aparente cuando el joven recibió los impactos. Y no todo lo que tuvo que ver fue el autoritarismo que los jóvenes sienten y ejercen cuando se crecen.
Brian acoge sus doce años con intranquilidad y miedo, lo más peligroso que un humano puede sentir, pues con el miedo, Brian se tortura hasta pasar del pánico al goce convirtiendo su dolor en placer. De ahí nace su sadismo convertido posteriormente en una capacidad para negociar cada uno de sus entretenimientos. Las secuelas se recapitulan en los impactos que él no recibe pero si los que oferta.
Año dieciséis
—¡Quédese quieto donde está! —articuló el agente con un tono exaltado tras haber entrado a la fuerza en casa de los Williams—. ¡Suelta el martillo, las manos a la cabeza!
—¡Tira el arma, cabronazo! —propone el segundo agente adoptando una posición ofensiva.
—¡Un paso más y le parto la cabeza! —expulsó Brian mientras agarraba el martillo para golpear a la mujer que tenía a sus pies.
Mientras tanto, entra un tercer agente portando cierta elegancia y dependiente de una seriedad mayor: —Hola Brian, ¿sería tan amable de hacer caso a lo que estos agentes piden? Si obedece, será recompensado. Se lo prometo.
—Quién sea usted no me importa. ¡Mantente alejado! —se dio cuenta de la rigidez que su tono de voz estaba alcanzando.
—Mi nombre es Ítalo Guti. El detective Gutiérrez a su servicio. Espero que entienda que esta situación no es fácil y me gustaría estudiar su caso. Deseo saber cómo ha llegado hasta aquí, hasta este punto tan crítico en el que se encuentra. Ambos sabemos de lo que hablamos. Quiero que lo medite y estudie la posibilidad de ser atendido por profesionales que desean, tanto como usted, que salga del agujero donde se encuentra —El señor Gutiérrez hizo un gesto y dijo—: Por favor, agentes, bajen las armas y déjenos a solas un momento —los agentes obedecieron.
—¿Quién le ha enviado? —preguntó Brian con lágrimas en los ojos, corrompido por lo que siente y está viviendo.
—No puedo verificar mis fuentes. Pero puedo decirle que usted está metido hasta el fondo de ciertos asuntos que acabarán con su vida si sigue por este camino que ha elegido—. Dicho esto, Brian suelta el martillo y se arrodilla junto su madre, quién yace inconsciente.
—No he podido hacer nada para impedirlo. Ha sido automático, me estaba vigilando y yo... —dijo Brian entrecortadamente hasta que la angustia se apoderó de sus cuerdas vocales y bloqueó las palabras que necesitaba articular.
—No diga más. No es el momento de excusarse. Ya tendrá el momento para exponer sus opiniones y así ser estudiado.
***
—¿Quieres que exponga como me siento? —expuso el joven con intención positiva.
—Si, Brian. Estamos aquí para tratarlo como es debido.
—¿Desde dónde quiere que empiece?
—Desde donde usted necesite expresar sus cambios e inquietudes.
—Bueno... —dudo Brian un instante antes de continuar y prosiguió tras varios segundos—, cuando tenía unos cinco o seis años recuerdo ciertas situaciones que hicieron cambiar mis actos y parte de mi desarrollo. Mi madre solía mostrarme pequeñas conferencias que ocurrían en mi cabeza, en un mundo desconocido, y en ellas, una gran multitud de voces me dictaban charlas basándose en sus experiencias sobre algún temas desconocidos.
—¿Conferencias que ocurrían dentro de tu cabeza? Explícamelo con todo detalle, por favor.
—Utilizaba un instrumento con dos agarraderas dispuesto de unas lentes y auriculares inalámbricos. Cuando tenía el equipo instalado, ella marcaba unos comandos cortos que nunca pude ver, la realidad se paraba y mi punto de vista pasaba a un segundo plano, mientras que otra realidad se ampliaba hacia un horizonte renovado —el muchacho se detuvo para excusarse—: perdone pero es muy complicado explicar lo que uno no recuerda con certeza.
—Lo estás haciendo muy bien. Lo importante es el mensaje, lo demás queda sostenido bajo en segundo plano.
—Gracias. Cuando entraba a esa dimensión, mis ojos se entrecerraban y me permitía observar distintas personas y sus percepciones sociales. Era una especie de juego simbólico que parecía explotar mi experimentación interior. No recuerdo mucho más. ¡Ah sí! cada una de las voces estaba siempre acompañado de videos cortados y pegados, que valoraban la exploración de todos los contenidos.
—¿Cortados y pegados? Suena misterioso.
—De hecho sigo soñando con esas reproducciones. En ellas aparecen fragmentos de noticias televisivas, trozos de periódicos, reportajes, y cuando todo se une, explota y me despierto.
—¿Son esos sueños muy constantes?
—Suelo tenerlos todas las semanas.
—¿Con qué frecuencia?
—Cada dos o tres días. Cada sueño es distinto. Me acuerdo de todos ellos de manera indirecta, es decir, se lo que dicen pero me despierto y no conozco sus mensajes. Sin embargo sí que puedo reconocer a las personas que veo en mis sueños y averiguar si se repiten. Hasta la fecha nunca se ha repetido ninguno.
—Brian, ¿Por qué piensas que la utilización de ese instrumento puede haber sido la causa de tus cambios en ciertos comportamientos?
—Lo intuyo. Sé que mi madre intentó manipular mis sentidos para que yo cambiase. Pero creo que ese cambio no le agrado nada. No se esperaba que mis reacciones empeoraran y por ello utilizó otras aplicaciones.
—Así que lo intuyes... —sostuvo la doctora con aire dubitativo. Escribió en su pantalla y prosiguió—: ¿Qué otro instrumento ha empleado contigo?
—Una simple pantalla. Fue extraño.
—Extraño... Interesante palabra, Brian.
—¿Por qué? ¿Por qué todo le parece tan interesante? —exclamó Brian insatisfecho por aquel momento.
—Porque mencionar que algo es extraño te hace menos raro de lo que puedes pensar que eres — ejecutó la doctora con la intención de calmar su irritación.
—No sé. No me lo he planteado nunca. Pero sí que me hace dudar esa propuesta.
—Por favor, continúe.
—Mi madre me regaló aquella pantalla por navidades. Recuerdo que pasaba todas las tardes y noches enganchado a esa cárcel portátil. Aunque no recuerdo bien que era lo que me tenía atado a ella.
—Cárcel portátil... La adicción a los objetos tecnológicos de entretenimiento son cada vez más frecuentes en los jóvenes. No es de extrañar.
—La cosa es que yo no me entretenía. Lo único que veía en la pantalla eran imágenes en movimiento de bosques y playas junto con los sonidos de la solas del mar, la lluvia y la ventisca. Es cierto que era relajante. Pero esa tranquilidad era artificial. Me mantenía en un trance continuo del que yo solo podía salir cuando mi madre lo deseaba. Era como un esclavo...
—¿Estás diciendo que tu madre te mantenía conectado en la pantalla para que estuvieses al margen?
—Sí, es justo eso —afirmó Brian y acto seguido, la doctora continuó escribiendo en su dispositivo.
—¿Cómo te hizo cambiar ese aparato?
—Hizo de mi vida algo muy irritable. Al principio, yo pasaba pequeños momentos enganchado a esa pantalla, pero más tarde, me aisló durante tardes y noches enteras. Me harté y expuse mi ira a todo el que me faltaba al respeto. Así me llovieron los palos. Al principio dolía y comencé a tener miedo. Pero con el tiempo acepte esos golpes como recompensas de la vida, por lo que los acogí con gusto. Los impactos empecé a darlos yo, cosa que me hacía correrme del gusto.
—Ahí empezó tu carrera como matón, ¿no es así? —dijo de manera irónica.
—¿Estás aquí para ayudarme o provocarme? —replicó insultado.
—Disculpa si te ha ofendido mi comentario —dijo la doctora mientras apuntaba algo más—. ¿Desde aquel momento hasta hoy día ha ocurrido algo más?
—Sí, fue la otra noche cuando descubrí un controlador de movimiento. Ella me había rastreado durante años. Activó las cámaras de mi dispositivo portátil, por lo que rompió con mi intimidad hace tiempo.
—¿Lo consideras inmoral?
—Considero la vigilancia como un acto que debería suprimirse, así como al vigilante. Por ello decidí eliminar a mi madre, no sin antes hacer que sufriera todo lo que yo tengo acumulado.
—Eso sí que suena bastante inmoral, Brian.
—Inmoral es que te implanten devices para cambiarte.
—¿Devices? ¿Dónde has escuchado ese término? —la doctora dejó su dispositivo portátil a un lado y su rostro cambió.
—¿Hay algún problema? La recuerdo, pero desconozco su origen —la doctora visualizó su reloj y marcó un comando. Segundos después, dos compañeros entraron en la sala de forma silenciosa. Sorprendieron a Brian y le inyectaron una sustancia que lo dejó anestesiado.
Año veinticinco
—Señora Williams, su hijo ya no es un chaval, sino un hombre que debe ser adiestrado para que pueda volver a las calles. No podemos tenerle por ahí deambulando como un perro que muerde cuando siente la necesidad. Considérelo pero es algo que usted debería haber entendido hace tiempo. Lleva protegiéndolo toda su vida para nada, sus esfuerzos han sido en vano. Ya ha sufrido demasiado. Tiene una edad en la que debe vivir en paz si lo que busca es longevidad. De lo contrario, su depresión irá en aumento y no podrá salir jamás de esto —argumenta un doctor.
—Doctor Washington, necesito verle una vez más. Deseo hacerle saber que nunca le he abandonado ni ninguna lo haré. ¿No lo comprende? ¿Usted no tiene hijos?
—Tanto mi esposa como yo decidimos no tenerlo para no sufrir este tipo de inconvenientes. Causa y consecuencia. Hay que estudiar las causas para prever las consecuencias, señora Williams.
—Se lo ruego, doctor —se arrodilló gesticulando al azar por desesperación.
—Lo siento. Debe irse ahora.
—Doctor, si pudiese volver atrás. Si pudiese decidir...
—¿Lo haría? ¿Negaría de nuevo nuestra recomendación y seguiría hacia delante conociendo las repetidas consecuencias?.
—Si, pero trataría de cambiarlo —recuperó la compostura de inmediato por estímulos esperanzadores a partir de las palabras del doctor y prosiguió—. La vida no está basada en un único destino, está compuesta de diversos caminos que pueden tomarse dependiendo de las acciones que desempeñemos.
—En eso coincido con usted. No obstante, premeditando lo que ocurrirá, ¿cómo cambiaría las cosas? Lo que cambie atraería nuevas consecuencias para su vida y por tanto, todo volvería a ser una incógnita; sería vuelta a empezar. ¿Estaría dispuesta a empezar de nuevo a pesar de todos esos años de sufrimiento y soledad para llegar hacia una situación casi imposible?
—Lo haría —afirmó la señora Williams.
—De ser así, le entregarían el premio nobel de la paz —articuló Washington aniquilando de nuevo las esperanzas de la señora Williams.
—No, de ser así cambiaría la vida de Brian para que pudiese ser un hombre independiente de ataduras.
—Fue usted quién accedió. No podemos romper un contrato de fuerza mayor tal y como el que firmó en su día. No entra dentro de los términos y condiciones.
La señora Williams se alteró, agarró de la camisa al doctor y articuló—: Las únicas condiciones firmadas fueron las investigaciones de vuestros experimentos sobre los comportamientos de Brian. ¡Nada más! Lo habéis vuelto loco con vuestros...
—Los comportamientos de Brian han sido alterados porque ha intervenido —interrumpió Washington—. Si desde un primer momento creíste que incidir en un proceso natural no era dañino, estaba muy equivocada. Accediste y nosotros, encantados por su aportación a la neurociencia, aplicamos los distintos mecanismos posibles para que ese intercambio de comportamientos se diese en la mayor brevedad apoyándonos en la relación calidad-tiempo invertido.
—Ya es hora de que esto termine, ya es un hombre... El contrato tenía fin, doctor.
—Claro que lo tiene —enunció exaltando una risotada—. El contrato, tal y como dictan las condiciones, expirará cuando su hijo no nos sea de utilidad para nuestras investigaciones. Pero por el presente, debo comunicarle que aún nos queda mucho trabajo por hacer ya que a Brian le queda mucha longevidad. Vamos a aprovechar cada gramo de su vitalidad para crear devices que puedan ayudar a miles de personas. Su hijo será un salvador.
—Te equivocas, es un mártir...
—Si considera que su hijo es un mártir es porque usted lo ha aceptado. Estas son las obligaciones que Brian tiene que cumplir, aunque sufra por ello.
—El mundo de la ciencia es cruel...
—Más cruel será si no hacemos nada al respecto para ayudar a miles de infantes que están por venir. Más cruel es la mente y todos sus mecanismos. ¿Sabes que es lo más cruel de este mundo? La vida, y aún así todos nos aferramos a ella como si nos fuera a salvar de la muerte, pero al final, nos suelta en los regazos de esta para llevarnos a la penumbra.
—Brian nunca ha tenido vida, vosotros le vais a llevar hasta la muerte.
—En absoluto, usted ha sido lo más parecido a su vida, lo ha controlado y vigilado. Usted será quién lo lleve al regazo de la muerte.
Año treinta y uno
—¿Cual es el nivel de tolerancia a los sensores? —pregunta una doctora.
—Medio alto —respondió el doctor Washington mientras la doctora apuntaba los datos—. Su tolerancia aumenta en cuanto sufre la alta exposición de sensores. Está creando resistencia.
—¿Razones?
—Por ahora es pronto para afirmar, aunque podemos especular y enunciar que posiblemente su mente esté creando algún tipo de anticuerpo en defensa a la respuesta del device. Si empleamos los sensores a una potencia mayor, su defensa actuará del mismo modo.
—En resumidas cuentas, la curva de estimulo-respuesta nunca variará.
—Podría hacerlo si incluimos distintos devices a la vez. Lo que provocaría un aumento general del estimulo, pero su cerebro solo reconocerá un único device. Por lo tanto, mientras una aplicación actuase como igualador de defensa cerebral, los otros se enfrentarían contra su sistema.
—Sin embargo, Doctor, los riesgos de fundir su corteza cerebral y mermar sus capacidades podría aumentar rápidamente. Es un punto que hay que tener en cuenta.
—Si, pero como recurso secundario —replicó mientras observa a Brian quién, sentado en un habitáculo metálico estaba hiperpuesto a un control de aptitudes humanas primarias. Estaba conectado a un diferencial mediante membranas pegadas a su pecho, manos, piernas y nuca. Ese diferencial estaba a su vez interconectado a distintas computadoras así como a una memoria de almacenamiento donde se guardaba la información procesada a partir de los pensamientos de Brian. Además, esa memoria portátil estaba configurada para crear una interacción constante y mantenerlo en un profundo sueño. Pero lo más increíble era la capacidad de reproducción de vivencias, establecida por la propia memoria, cuyo objetivo era la relajación de los sistemas nerviosos.
Brian estaba siendo manipulado ideológicamente. Estaba luchando contra sí mismo para salir de aquellas vivencias falsas que estaba produciendo. Pero le era imposible.
—¿Qué estará viendo ahí dentro, doctor? —preguntó su compañera.
—¡Quién sabe! Quizás el gran sueño que la vida nunca supo darle. ¿Una mentira? Puede. Una mentira que vive gracias a su madre. Ella siempre trató de luchar consigo misma para que su hijo tuviese los mejores años, y es ahora cuando posiblemente los esté teniendo —observó a Brian de nuevo. El hombre, al parecer inerte, no era capaz de incorporarse bien en el habitáculo. Su estado inconsciente era lo más parecido al estado vegetativo. Las sondas que se desplegaban desde ciertos orificios, le proporcionaban alimento o le retiraban los desechos...
***
—Doctora, es hora de aplicar el método secundario. Adécuese a las instrucciones y establezca los comandos de indagación y remodelación—. La doctora prosiguió y con ello, Brian empezó a temblar en el habitáculo. Sus sistemas nerviosos se alteraron, lo que inició la fundición de su interior cerebral. En una pantalla de constantes vitales, se observaba como la mente y cerebro de Brian estaban suspendidas en algún páramo. Por lo que la memoria portátil actuaba como una interfaz cerebral. Era una terapia de reemplazo temporal. Se inició una partición que rompió con las unificaciones neuronales del cerebro del Brian para establecer nuevas conexiones con la memoria artificial. Una vez unificado y trasplantado el cerebro del hombre, miles de funciones se activaron a su vez mientras que la reproducción de vivencias seguía activa. Sin embargo, estas vivencias empezaron a cambiar. Los datos de la pantalla irrumpieron en una gestión brusca dispuesta de variaciones muy poco detalladas. El doctor tenía mil ojos en mil sitios. Estudiaba con urgencia las alteraciones de la pantalla mientras estaba inmerso en la reintroducción de memoria en el nuevo cerebro artificial de Brian. Escribía comandos que detenían ciertas conexiones y abría puertos de alcance comunicativo con el objetivo de formar nuevos vínculos basados en las nuevas características de su cerebro. El programa Indagación estaba siendo un éxito, pues se había realizado un trasplante total y esté casi había finalizado. Las visiones de Brian cambiaron totalmente.
Llegados hasta aquí, el mecanismo de remodelación inició su fase dos. Al mismo tiempo, se abrió un nuevo comando que dio lugar al proceso mecanización. Junto a su habitáculo, apareció otro de menor medida enfrascado en un vidrio de máxima pureza donde una súper computadora manejaba los brazos necesarios para la reparación de su cerebro. El mecanismo remodelación empezó a crear nuevos hilos conductivos con objeto de un intercambio radical del cerebro natural. Para ello, arrastró todos los pensamientos, vivencias y datos de la memoria portátil a la que Brian estaba conectado. Estos estaban desarrollándose en una vitrina. Era parte del proceso de mecanización basado en dos puntos de vista distintos y para dos objetivos opuestos.
Brian seguía en un estado vegetativo dominado por un sueño recreado por la memoria portátil la cual estaba transfiriendo todos los datos que Brian había recogido durante largos periodos de tiempo hacia unos nodos artificiales. Al mismo tiempo, el cerebro natural de Brian estaba siendo modificado para volverlo a introducir en su lugar de origen junto a los nuevos nodos.
—Doctor, la fase dos de remodelación ha finalizado. Entramos en la recta final del proceso de mecanización. Te adjunto ciertas interferencias que la computadora me ha enviado. No son graves pero, según manifiesta la computadora, necesitará toda su memoria y energía para arreglar esas interferencias y así finalizar el proyecto. También expone que los datos mencionados en la pantalla no son del todo fiables puesto que la memoria portátil es más rápida que el cerebro humano y la pantalla está configurada a partir de las capacidades humanas.
—Ahora solo falta esperar. He recibido los datos y la pantalla me está confeccionando las resoluciones. La súper computadora tiene razón, esta pantalla es únicamente compatible con las capacidades humanas.
—¡Vaya! Doctor, ¿ha recibido el nuevo mensaje?
—Si, la computadora lo tiene ya todo preparado para el inicio de la fase final. Apaguemos todos nuestros equipos como ella nos pide. Ella hará el resto.
Treinta minutos antes...
—Señora Williams... —dijo una voz grave marcada por un cierto eco, un eco que solo pertenecía a la señora Williams—. Señora Williams, tenemos que mostrarle algo importante...
—¿Será niño o niña? —preguntó ella acompañada de una sonrisa.
—¿Recuerda el programa del que hablamos hace unas semanas?
—¡Sí! Comportamientos de...
—Comportamientos selectivos.
—¡Eso! Los implantes que se instalaron en mi útero.
—Pues hemos iniciado el proyecto con usted. Lo recuerda bien, ¿no?
—Claro.
—Bueno, me voy a explicar correctamente, porque creo que es necesario que reciba la información lo más concisa posible. El fin de este programa es averiguar los comportamientos que tendrá cualquier recién nacido hasta un determinado momento marcado por el madre, madre o tutor legal. La manera con que podemos verlo es a través de un programa de reproducciones conectado al feto en formación mediante ondas que, a su vez, están conectadas a un súper ordenador en desarrollo. Esta computadora va recogiendo datos, actualizándose y creciendo como si fuese un humano, aunque su poder intelectual y habilidades son incomparables a nosotros, son infinitas, o eso creemos.
La cuestión es que a través de esa reproducción podemos llevar a cabo varios objetivos. El principal es el conocimiento de la bases del comportamiento de cada individuo para estudiarlos y obtener experiencias a través de ellos. Con un gran número de experiencias, podremos corregir las conductas individuales para que el futuro humano tenga longevidad y una mejor vida. Usted ha sido de las primeras personas con las que hemos probado el proyecto. Este programa es ultra secreto, usted ya firmó los términos y condiciones. Quiero que se acuerde bien de ello. El segundo objetivo es la construcción de aplicaciones a las que nosotros denominamos devices. Estos devices están formados a partir de las experiencias de los individuos con los que ya hemos probado el programa, y han sido un gran éxito. Sin embargo...
—¿Sin embargo? ¿Qué querías que viese? ¿Por qué me alarma con tanto termino y condición?
—Al observar la vida de su hijo, hemos obtenido un punto negativo y otro positivo. El positivo es que hemos obtenido mucha información para los futuros devices y experiencias. El negativo... Los instrumentos que usted utilizará en el caso de que tenga al niño, le afectaran negativamente y...
—¿En caso de que tenga al niño? ¿Me estáis pidiendo que aborte?
—Solo queremos que lo considere, señora Williams.
—¡Y qué diría mi marido de esto! ¿Pensáis que podéis jugar con la sensibilidad de una madre?
—No. No lo pensamos ni lo queremos. Tan solo deseamos ayudar —le dio una pantalla portátil—. Quiero que vea los treinta y un año que su hijo estará por vivir, sus virtudes y defectos. No piense en querer cambiarlo, no piense en nada. Ya habrá tiempo para meditaciones.
—¿Y qué hago con esto?
—Pulse aquí. Donde pone reproducir...