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Colonia

Rueda, Máximo

Se sentó mientras esperaba a que los artilleros hicieran su parte. El equipo individual era realmente pesado, y la pequeña gravedad extra del planeta se hacía notar. El parapeto tenía una banqueta dura pero suficiente para descansar un poco los músculos. Tenía al lado a su compañero, entre los dos tenían que liquidar el sector delta. Se llamaba Sisón, o Simón, o Timor, algo así, era el primer día que trabajaba con él. Nunca le había gustado demasiado la gente, y por lo que parecía a Sisón tampoco, por lo que la conversación era inexistente. Miró al cielo rojizo, no acababa de acostumbrarse, aunque los que llevaban más tiempo aseguraban que era cuestión de tiempo y, que al final, ni te fijabas. Soplaba una brisa ligera, en teoría estaban en primavera, aunque el cambio de estación era prácticamente inaprecaible, ya que el planeta apenas tenía inclinación sobre su eje de rotación; las variaciones eran muy suaves y en general hacía un clima confortable, menos cuando llegaban las tormentas. Nunca en su vida en la Tierra había visto unas tormentas tan salvajes, incluso con el cambio climático, pero por suerte no solían durar más allá de unas pocas horas. En general era un lugar agradable para vivir, no le extrañaba que hubiera sido el destino elegido.

  Escuchó un ruido sordo a lo lejos y supo que había comenzado, se levantó y cogió el equipo para ponérselo en la espalda. A los pocos segundos la tierra tembló acompañada de un estruendo y una devastación completa. Los proyectiles eran misiles con una potencia similar a la de los que montaban uranio empobrecido, pero con la decisiva ventaja de no dejar restos de radiación. No tenía sentido llenar de radioactividad una zona que pensabas habitar más tarde. Ya tenían bastante trabajo los terraformadores sin necesidad de añadir más contaminantes. Veía caer los misiles en la distancia generando incendios, muerte y destrucción en toda el área. Se alzaron de inmediato columnas de espeso humo de color azulado, una particularidad de la vegetación local. La artillería siguió percutiendo durante unos cuantos minutos hasta que finalmente cesó el fuego. A los pocos segundos zumbó el interfono que llevaban en el oído, era su turno.

  Salieron del refugio y se dirigieron al deslizador. Era un transporte rápido y sencillo, en un momento estarían en la zona cero. Levitaba, con lo que no tenían problema con lo agreste del terreno: había mucha roca y grandes socavones producidos por el bombardeo. Esta parte ya había sido esterilizada hacía varios días, así que todo el paisaje era un páramo calcinado. No era demasiado bonito de contemplar, aunque no le preocupaba en exceso. Era lo que había que hacer y punto. Realmente se sentía afortunado de estar aquí, a pesar de haber tenido la firme oposición de su madre. Recordaba la conversación como si fuera ayer.    

  —No te irás, eso ni pensarlo —decía su madre a gritos.

  —Es una gran oportunidad, en este viaje solo irán mil militares, que me hayan escogido es realmente increíble.

  —¡Me debías haber consultado antes de presentarte!

  —Ya tengo veintidós años madre, no tengo que consultarte las cosas. Es mi vida.

  —Esta es tu casa, ¿quién sabe qué te espera allí? Tal vez la muerte.

  —La muerte nos espera a todos tarde o temprano. La Tierra es un vertedero, este planeta está condenado. Y tú lo sabes. Este proyecto es la única opción para que se salven algunos, y yo puedo estar ahí. No puedo decir que no a esto. Quizás si todo funciona te pueda conseguir un hueco más adelante.

  Su madre bajó la mirada con los ojos bañados de lágrimas y le dio la espalda mientras observaba una foto donde salía ella con su padre y él de pequeño.

  —Me quedaré aquí, sola.

  —Las Fuerzas Coloniales se encargarán de ti madre. Hay un plan para los familiares que…

  —¡A la mierda las Fuerzas Coloniales y a la mierda tú! ¿Crees que fue fácil sacar esta casa adelante cuando murió tu padre en aquella guerra del Distrito 8? Nos trataban de apestados. Me tuve que arrastrar para que me dieran empleos de miseria y que pudieras ir a la escuela y entrar en la Academia. ¡He sacrificado mi vida y mi juventud por ti maldito ingrato! ¿Te quieres ir? ¡Vete! ¡Lárgate de esta casa y no vuelvas! —La mujer se cubrió el rostro con las manos mientras sollozaba. Cogió su mochila con los pocos efectos personales que tenía y se marchó sin añadir nada más ni mirar atrás, dejando su hogar, en toda la amplitud de la palabra.

  No estaba orgulloso de cómo había quedado la cosa con su madre. Le había mandado un mensaje cuando desembarcó, aunque con lo que iba a tardar en recibirlo quizás estuviera muerta antes. Tal vez allí ya no quedaba nadie vivo y todo se había ido al cuerno, era difícil saberlo. Intentaba no pensar demasiado en ello, centrarse en el trabajo le ayudaba, y precisamente trabajo no le faltaba. No había muchos voluntarios para ser esterilizador. A la gente no le gustaba demasiado lo de aniquilar especies, y era un trabajo bastante solitario y aburrido. Podía tirarse horas sobre el terreno sin hablar con nadie. Pero para él era un simplemente un trabajo, incluso en algunos momentos le gustaba. En cualquier caso, alguien tenía que hacerlo.

  Mientras iban de camino se encontraron con algunas patrullas perimetrales. Iban armados hasta los dientes con exoarmaduras de combate. Normalmente las zonas esterilizadas ya no atraían a bestias, pero mejor prevenir. En el Sector Bravo se presentó por sorpresa un titán; lo redujeron a cenizas, pero el susto te lo llevas. De todas formas, hasta que no hubiese una extensión preparada lo bastante grande, no comenzaría la terraformación. Cuando hubiera civiles viviendo aquí la cuestión sería más delicada. A nadie le gusta que le aparezca una especie de dinosaurio de sesenta metros mientras hace una barbacoa con la familia. Los de arriba lo tendrían previsto. Todo había sido cuidadosamente calculado, al menos eso decían.

  Una barrera energética les indicó que habían sobrepasado el límite de la zona esterilizada y entraban en el territorio bombardeado. Los drones estaban verificando que no quedaba nada vivo de mayor tamaño a diez centímetros. El visor VR les dio luz verde así que bajaron del deslizador y se pusieron al tajo. Activaron el incinerador químico y comenzaron a seguir las trazas que les marcaba el visor. Siempre quedaban bastantes plantas, insectos y bacterias incompatibles, así que lanzaron sus haces contra los brotes indicados en color rojo en la pantalla. Era un trabajo minucioso, aunque no demasiado delicado: freían a destajo, más valía pasarse por exceso que por defecto. No tardaron en encontrarse con los restos de un titán. Era una bestia enorme a pesar de que un misil la había reducido a pedazos. Una de las patas debía medir quince metros. Por supuesto, nunca había visto uno vivo tan de cerca, los esterilizadores solo veían los restos. Tampoco es que le apasionara tener un encuentro cuerpo a cuerpo con uno de esos bichos.

  —Esto es una atrocidad —dijo de repente Sisón.

  —¿Disculpa? —No esperaba tener charla.

  —Esto que estamos haciendo. Estamos aniquilando un planeta entero, sus formas de vida animales y vegetales. No puede traer nada bueno.

  —No nos corresponde a nosotros pensar en eso, ese problema es de los de arriba.

  —Las cosas siempre son problema de los de arriba —dijo poniendo una mueca de desagrado—. Nosotros somos los que lo estamos haciendo, es problema de todos nosotros.

  —En algún sitio tenemos que vivir, la Tierra está condenada.

  —Oh si claro, la humanidad siempre por encima de todo y de todos. Hemos acabado con un planeta, y vamos a hacer lo mismo con otro. Los humanos hrimero, ¿es un buen lema verdad? Nos creemos con el derecho de destruir y transformar a nuestro antojo.

  —Si no te gusta esto, ¿por qué te hiciste esterilizador?

  —Quería verlo con mis propios ojos. Quería ver la devastación que habíamos traído a este planeta. Como estábamos exterminando a especies que llevaban aquí millones de años antes de que nosotros llegáramos. Me costaba creerlo, toda la propaganda que nos han vendido sobre Nueva Tierra es pura basura. Un nuevo comienzo, aprender de los errores del pasado, la sociedad perfecta. Patrañas.

  —Un consejo gratis amigo, dedícate a tu trabajo o tu carrera aquí será corta.

  Después de este comentario Sisón se calló por fin y siguió con lo suyo, así era mejor para todos. En la colonia todo el mundo tenía un propósito, no se iba a mantener a alguien a cambio de nada. El que no cumplía con su deber podría tener graves problemas, podría llegar a ser “purgado” si era necesario.

Mientras iban cubriendo su sector se encontraron con algo inusual. Era un orificio de grandes dimensiones, debía tener unos cinco metros de diámetro. Se asomó por el borde, pero no se veía el fondo, era realmente profundo.

  —¿Qué narices es eso? —preguntó Sisón—. ¿Has visto alguna vez algo así?

  —Nunca —respondió francamente desconcertado —. Voy a pasar un aviso al mando a ver si pueden enviar un dron.

  Pasó el aviso y un par de minutos después apareció un dron de vigilancia. Dio un par de vueltas por el agujero y se introdujo dentro. En el interfono había una conversación sobre el asunto entre varios técnicos que estaban visionando lo que registraba el dron. No parecían haber visto algo así hasta ese momento y daban la impresión de estar realmente asombrados. En teoría el planeta estaba estudiado en profundidad para garantizar que la colonia era viable, así que la sorpresa del alto mando le resultaba desconcertante. En un momento dado la línea se quedó en silencio. Se oían las respiraciones de los interlocutores, con lo que la comunicación seguía funcionando, pero nadie hablaba hasta que una voz se alzó alta y clara.

  —Salid de ahí cagando leches, salid de ahí ¡ya!

  La voz era de Richardson, jefa de la unidad. Se miraron el uno al otro y salieron corriendo hacia el deslizador. Del orificio emergió una especie de gusano gigante y el espanto se apoderó de ellos. Arrojaron al suelo el equipo de incineración y aceleraron a todo lo que les daban las piernas, trastabillándose en el abrupto terreno. El gusano se abalanzó sobre ellos a gran velocidad y los engulló sin más.

 

  Despertó en una sala que parecía estar excavada bajo tierra, con varios túneles de gran tamaño que accedían a ella. Estaba sentado en el suelo y amarrado a un poste. Cerca de él estaba su compañero, atado a otro poste, todavía inconsciente. No sabía qué tipo de material era el que habían utilizado para amarrarlo, pero era muy sólido. Había una pequeña luz en la pared que iluminaba de forma tenue todo el entorno. Por los túneles podía escuchar el sonido de seres de gran tamaño arrastrándose y se le erizó la piel de los brazos. Recordaba como ese gigantesco gusano los había engullido de un bocado y ahora aparecía aquí atado. ¿Qué diablos estaba pasando?

  Por el túnel de la derecha le pareció notar un rumor, como el sonido de estática de una radio que se ha quedado fuera de cobertura. El rumor se acercaba y el pánico se apoderaba de él. Intentó aflojar las ligaduras en vano. Miró a su alrededor y no encontró nada de utilidad. La sala estaba completamente vacía a excepción de ellos dos. El sonido pareció despertar a Sisón que agitaba la cabeza, aturdido. Por la boca del túnel aparecieron unos seres algo más pequeños que un humano que parecían arrastrarse, pero iban erguidos, a pesar de que el cuerpo daba la sensación de ser blando y fofo. Tenían en la parte superior unos seudópodos que debían hacer la función de brazos. El cráneo era de gran tamaño, con enormes ojos y una boca desdentada y babeante. La piel era de un color lechoso, casi traslúcido. El terror que sentía no le permitió emitir ningún sonido, solo abrir y cerrar la boca con incredulidad. Iban cinco individuos y portaban montado en un carrito una serie de equipo técnico que a simple vista parecía bastante primitivo. También llevaban su equipo, el visor VR, el incinerador y el interfono, el gusano lo había succionado todo. El sonido de estática lo emitían ellos y parecían comunicarse de esa manera. Nadie le había hablado de esta especie, ¿era posible que algo así se les hubiera pasado por alto cuando realizaron la exploración del planeta? Su compañero estaba paralizado, miraba a los seres casi sin pestañear. Uno de ellos empezó a emitir ese sonido que había escuchado antes, y uno de los extraños aparatos emitió una voz metálica, pero clara.

  —Hola, disculpad por las formas. Espero no estéis demasiado incómodos.

  Sisón y él se miraron todavía más alucinados de lo que ya estaban. El ser continuó “hablando”.

  —Este aparato es un traductor. Llevamos estudiando vuestros movimientos y comunicaciones desde que llegasteis al planeta, y nuestro equipo mental artificial ha conseguido traducir vuestro idioma con soltura convirtiendo el nuestro sobre la marcha, permitiendo la comunicación bidireccional.

  —¿Qué queréis de nosotros? ¿Qué sois? —consiguió articular a duras penas. La máquina emitió en esta ocasión el zumbido haciendo la función inversa.

  —Quizás deberíamos hacer la pregunta contraria, ya que sois vosotros los que habéis venido a nuestro territorio, aunque gracias a los datos accesibles desde vuestros equipos ya sabemos todo lo que necesitamos.

  En el aire surgió una representación holográfica. En una parte se veía el planeta Tierra, y en la otra la nave Arca que estaba de camino con veinte mil personas a bordo para colonizar Nueva Tierra.

  —¿Qué quiere decir esto?

  —Con la información que hemos recabado, hemos localizado vuestro planeta de origen y la nave de transporte con rapidez. Estas imágenes están llegando en directo desde unas sondas automáticas que hemos enviado.

  Pero ¿cómo era posible? Los dos objetos estaban a años luz de distancia, debían haberse desplazado allí de manera instantánea si acababan de conseguir la localización espacial de ambos.

  —Hemos procesado todo lo que hemos podido de vuestra cultura. Lamentablemente no disponemos de mucho tiempo. Vuestros asociados os están buscando y no queremos tener que eliminar ninguna forma de vida de manera innecesaria. Intentaré ser breve: a pesar de que nos hemos extendido por bastantes sistemas, sois la primera forma de vida que hemos encontrado que se puede llamar inteligente. Estábamos muy emocionados desde que os detectamos en la superficie y quisimos valorar vuestro progreso sin interferir, aunque la destrucción que habéis lanzado sobre el planeta nos ha obligado a tomar parte. El sistema biológico presente aquí es muy particular y de alto valor, y no podemos tolerar su erradicación. El Consejo ha querido tener la máxima información de vuestra especie antes de tomar una decisión al respecto. El uso desmesurado e innecesario que hacéis de la fuerza y la violencia nos ha resultado estremecedor, con un salvajismo difícil de asimilar por nuestra especie, y algunos miembros, realmente impactados, incluso llegaron a proponer vuestro exterminio. Pero, por otro lado, os vemos mucho potencial en varias áreas y creemos que podéis mejorar. La galaxia es muy grande y los aliados son necesarios. Hemos observado que vuestro planeta madre está al límite de la inhabitabilidad, por lo que entendemos que la agresión sobre este ecosistema se debe a las prisas por buscar un nuevo hogar. Hasta cierto punto eso es comprensible para nosotros. En conclusión: os vamos a deportar de este planeta, que quedará prohibido para vosotros para siempre. En vuestro soporte tecnológico hemos incluido la información de un mundo que es totalmente compatible con la biología de vuestras estructuras vitales. Esperamos que desviéis la nave de transporte hasta este nuevo destino y allí podáis reproduciros de forma adecuada. Nos causaría gran repulsa el tener que destruirla si no cambia de rumbo. Con la tecnología que tenéis deberíais poder colonizar este nuevo planeta con facilidad. No volveremos a interferir salvo que creamos que es estrictamente necesario. Os estaremos vigilando estrechamente, confiamos en que sabréis hacer las cosas de manera más adecuada.

  Los seres se dieron la vuelta y salieron por el túnel por el que habían venido.

  —¡Eh!¡Eh!¡Un momento! —gritó Sisón sin resultado.

  La sala se quedó en silencio. Se habían llevado todo menos el material humano y una pequeña caja metálica, en principio inerte. La caja comenzó a vibrar con un suave zumbido y repentinamente un fogonazo blanco los cegó por completo.

  Se encontró sentado al aire libre, sin ataduras ni sujeciones de ningún tipo. Estaba en una zona desértica con una enorme ciudad que se veía a cierta distancia. Si no fuera porque le parecía imposible, diría que estaba en la Tierra. Lo mejor de todo es que estaban allí todos los miembros del equipo colonizador, con los módulos de habitabilidad, vehículos y equipo. Todo, menos las armas y los vehículos de guerra. A su lado estaba también Sisón, que parecía estar completamente ido. Vio cómo se aproximaba a paso rápido una figura robusta, era la teniente Richardson.

  —Vosotros dos. ¿Tenéis forma de explicar qué está pasando? Os estábamos buscando por esos túneles cuando nos ha rodeado un fogonazo de luz blanca y de pronto hemos aparecido aquí. Mientras eso ocurría, hemos recibido un mensaje en nuestros intercomunicadores de una voz metálica, indicando que habláramos con vosotros, que teníais información precisa sobre lo ocurrido.

  El rostro de la teniente era de total desconcierto, y no le extrañaba. Tendría que dar muchas explicaciones, pero con un poco de suerte la experiencia le serviría para que lo volvieran a enviar a la nueva colonización, incluso fantaseó con un posible ascenso. Se le dibujó una pequeña sonrisa en la cara, cualquier cosa le valdría si le permitía huir una vez más de ese estercolero llamado Tierra.