Por fin la pantalla dejó de mostrar la palabra “Conectando”, y la sustituyó por “Conexión efectuada”. Instantes después se materializó el rostro de Germán.
―Hola, chaval
―¿Qué tal, doctor?
―Felicidades atrasadas. Perdona por no felicitarte hasta hoy, pero he andado muy liado estos dos últimos días
Le parecía increíble que ya hubieran pasado 31 años desde que por primera vez cogió en sus brazos a aquel bebé de aspecto extraño. Era uno de los primeros “prototipos”. Debían probar la “viabilidad” de aquellos “ensayos”, antes de que se aprobara la puesta en marcha de la segunda fase, de “producción masiva”.
Y fueron transcurriendo los años, en aquellos cuatro diminutos módulos de la base, cuidando a aquel chaval, que miraba embelesado al gran “globo” de la Tierra; paseando con él por los cráteres lunares, el profesor embutido en su traje y vigilándole por la escafandra, y el crío correteando feliz.
Cuando tuvo que regresar a la Tierra años después, dejando allí a Germán, fue el día más triste de su vida. Pero se comunicaban muy a menudo, y el profesor seguía visitándole de vez en cuando.
En aquel momento la colonia lunar ya estaba constituida por decenas de edificios, y casi 2.000 personas vivían allí. Y ahora los raros eran los que llevaban traje de protección, frente a los selenitas, con su piel resistente a la radiación cósmica, las retinas adaptadas a luz de la luna, y sobre todo provistos de aquel ingenio que reciclaba el monóxido de carbono trasformándolo en oxígeno dentro del propio organismo, permitiéndoles respirar sin utilizar los pulmones.
―Oye, entonces ¿habéis hablado ya con todos los de la colonia? – preguntó el científico terrestre
―Si, si. Están todos de acuerdo. Las unidades de modificación genética que tenemos aquí son suficientes para los nacimientos de los próximos años. Y se producen recicladores de monóxido de carbono a buena marcha
―Estupendo. Es que vamos a necesitar todos los laboratorios terrestres para crear a los nuevos seres adaptados. Nuestras fabricas de recicladores ya están produciendo unidades en plan masivo para insertar en los embriones. En los años que vienen vamos a tener que dedicar toda la potencia biotecnológica a este objetivo, sino nos vamos al garete.
―¿Tan mal están las cosas? – preguntó Germán
―Puf, no te lo puedes imaginar – contestó el profesor, que echó una ojeada al sensor de contaminación que tenía colocado al lado de la ventana de su despacho. En la pantalla del aparato se podía leer:
“Sensor de contaminación
Localización del análisis: Paseo de la Castellana
Niveles de monóxido de carbono: extremos
Niveles de oxígeno: mínimos
Presencia de contaminantes: muy elevada
Radiación ultravioleta: nivel máximo
Medio ambiente muy hostil. Es extremadamente peligroso salir al exterior sin traje de protección y escafandra.
No salir. No salir”.
Ricardo Manzanaro (San Sebastián, 1966) Médico y profesor de la UPV/EHU (Universidad del País Vasco). Mantiene un blog de actualidad sobre literatura y cine de ciencia-ficción ( http://www.notcf.blogspot.com/ ). Asistente habitual desde sus inicios a la TerBi (tertulia de ciencia-ficción de Bilbao), y actualmente preside la asociación surgida de la misma “TerBi Asociación Vasca de Ciencia Ficción Fantasía y Terror” ( http://terbicf.blogspot.com.es/ ). Tiene publicados más de 40 relatos