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Abrazos

Martinez, Jeiddy

La mano robótica le temblaba y su vista se perdía dentro del tumulto. Miraba el ciber reloj hacía treinta minutos. Maia se encontraba allí, en Hava, ciudad futurista y capital de la Isla de Caba; era el año 2060. 

 

Observó en la pantalla de su moderno iPhone Z la vieja foto que había podido digitalizar, único recuerdo del niño que compartía con ella secretos y juegos infantiles. 

 

Una voz rara y simulada por computadora anunciaba la demora del avión ultrasónico. Comenzó a leer en la pared táctil las noticias del día, para no aburrirse tanto y olvidar el pasado. Decía el rotativo tantas cosas, pero lo que más emocionó de nuevo a Maia fue el titular: “Luego de 10 meses de conversaciones los gobiernos de Caba y Unadis Estalos deciden restablecer nuevamente relaciones diplomáticas”. 

 

No lloró tal vez por su fortaleza de carácter, pero pudo recordar con mucha nostalgia la cantidad de años que no veía a su único hermano, desde aquel lejano 1994. Se quedó dormida del cansancio luego de la larga espera en ese frío lugar, con las baterías de su corazón casi agotadas. Podía escuchar cada vez más baja la voz metafórica que anunciaba los reencuentros. 

 

Mi tío abuelo había partido con 17 años en balsa hacia Miomi —ciudad de las más importantes de aquel país; tierra pantanosa hace un siglo, ahora muy popular en el turismo mundial, adonde visitantes de cualquier nación van a buscar el verano eterno en playas artificiales, pues el sol de allí no quema la piel, debido a una tecnología ultramoderna descubierta por la Universidad de Massachasitts.

 

Un ruido en la bocina ultra smart sound hizo despertar a mi abuela. Ajustó con 3 gotas del colirio Eye Cool su visión y miró entonces sin dificultad hacia la pared táctil, desplegando con sus dedos la información adonde decía la hora de llegada del avión. No entendía muy bien esos carteles, pero rezó a San Light, porque no faltara mucho, pues ya de los pillys orgánicos que había comprado solo quedaban unos pocos y la ansiedad por volver a ver a su hermano era demasiada. 

 

Sin más paciencia fue a estirar los pies, a ver como otros se encuentran, se abrazan, lloran, ríen o se dicen adiós, muchos van oregresan de Unadis Estalos.

 

Minutos después una mano encima de su hombro le hace recordar una sensación pasada, en la que la soledad no existía. Se volteó hacia atrás y percibió que ahí estaba él, ese muchachito rubio y flaco; lo reconoció tal vez por su lunar, o la mirada y la voz, similares a las de su padre. 

 

─¡¡¡Maia, cuánto tiempo sin vernos!!! ─le dice él eufórico─. Se abrazan. Ella casi le perfora con uno de sus dedos la espalda al apretarlo tan fuerte. Ambos comienzan a llorar de la emoción. Están unos segundos en pausa. 

 

─Creía que ibas a regresar en el 2021, luego que el presidente que tenía nombre de dibujos animados dejó el poder de Unadis Estalos ¿Por qué no volviste? ─pregunta ella─. 

 

─En esa época yo me había quedado sin trabajo en Miomi, estuve muchos años sobreviviendo en una isla flotante de refugiados; por eso es que no pude volver antes y dejé de llamarte tanto tiempo ─expresó Joseph con una voz muy ronca. 

 

─Te extrañé muchísimo ─dijo Maia también afónica─. Fueron demasiados años sin poder verte, y desde que mamá murió estuve demasiado sola, pero ya todo pasó, míranos juntos aquí en Caba, nunca te irás más. Desde hace muchos años hemos sido sumamente felices, pues en el 2025 gracias a la colaboración de la empresa canadiense Shirrett International, se empezó a explotar buena parte del petróleo que rodea a nuestra Isla. 

 

─Mira a tu alrededor, ya nada nos falta ─siguió diciendo Maia a su hermano con las pocas energías que le quedaban a las baterías de su corazón y muchas lágrimas en los ojos. 

 

Llegó entonces su turno de estrecharse nuevamente y llorar, ahora de la alegría, gracias al reencuentro ¡¡¡Cuánta nostalgia habían sentido al estar separados por solo 90 millas!!! 

 

Ese día, San Light había proporcionado a Maia un nuevo milagro, poder abrazar a Joseph, su único hermano y compañía de juegos infantiles. Desde aquella jornada no se separarían más, vivirían allí felices en Hava, Isla de Caba.


 

* Relato perteneciente al libro "En un raro lugar y otras historias", de la Editorial Primigenios de Miami.