Lo siento, pero no me sale.
Conjuro mis fantasmas para componer relatos que no os dejen dormir cuando os acurruquéis bajos las sábanas. Pero las historias se me vuelven luminosas como la caricia de un espectro: un cálido escalofrío. Pensé en el concepto de sunshine horror, terror luminoso—en inglés suena mejor—, para describirlos. Pero no es terror, no dan miedo. Tengo claro que no van conmigo los fantasmas vengativos ni la sangre derramada por las paredes. Quiero creer que si alguien se queda atascado en este lado será más por amor que por odio. Quiero creer que los que se han ido no me han abandonado del todo y que, cuando siento un escalofrío, ha sido por un abrazo suyo.
Un cálido escalofrío no es una colección de historias de fantasmas al uso, es un relato íntimo sobre la naturaleza de las relaciones humanas y un viaje a través de los propios miedos.