Todo lo que Rob quería era una vida normal. Y casi la consigue: un marido, dos hijas, una bonita casa en las afueras. Pero bajo este barniz de normalidad, Rob teme por sus hijas: por Callie, que colecciona pequeños huesos y susurra a amigos imaginarios; por Annie, y lo que Callie podría hacerle. Rob ve en Callie algo oscuro que le recuerda a la familia que dejó atrás y decide llevar a Callie a Sundial, la casa de su infancia en el desierto de Mojave. Callie tiene miedo a su madre. Rob ha empezado a mirarla de forma extraña, a contarle secretos de su pasado que la inquietan y la excitan. Y Callie empieza a preguntarse si una de las dos no saldrá viva de Sundial.